EL CORREO 24/03/06
ANDRÉS MONTERO GÓMEZ
PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE PSICOLOGÍA DE LA VIOLENCIA
Reactivación abertzale
El alto el fuego de ETA no sólo es permanente, sino también definitivo. Escucharemos y leeremos análisis de muy diverso tono y sentido, que si cuestionando la sinceridad o disponibilidad de la banda terrorista para respaldar con hechos su decisión, que si apelando a previas ocasiones de 'treguas trampa' o altos el fuego quebrantados. Todos serán análisis plausibles, sensatos, pero se equivocarán en algo. No mirarán a ETA poniéndose en el lugar de ETA, intentando pensar íntimamente como si fueran ETA, sino reflexionando sobre la situación mediante la proyección de expectativas e intereses propios. A menudo, miramos a los otros sin dejar de mirarnos a nosotros mismos. Hagan un intento por despojarse de ellos, de sesgos y prejuicios (algunos muy marcados por nuestras experiencias pasadas, desde luego) y entenderán qué está rumiando ETA en este momento, qué están cavilando 'Josu Ternera' y Arnaldo Otegi. Ambos personajes son los ejes alrededor de los cuales bascula la oscilación de ETA hacia la desactivación. José Antonio Urrutikoetxea pasa a la clandestinidad desde su acta de diputado, huyendo de la Justicia, pero esencialmente para gestionar el cese del terrorismo desde el otro lado. Otegi es la conexión, el otro polo de la misma pinza, aquélla que lleva a ETA a la conversión en actor político despojándose de la piel de serpiente asesina. Busquen siempre la perspectiva longitudinal del proceso y encontrarán la respuesta. El proceso de Euskadi lleva años gestándose. El abandono del terrorismo, que todavía es sedimentación y no disolución, procede de un cálculo. El terrorismo de ETA ha dejado de ser útil en comparación con otras opciones de la izquierda abertzale en un futuro a medio plazo. Los asesinatos y el resto de expresiones de violencia han perdido utilidad en ETA por diversos factores. Ya son conocidas las causas que han devaluado la violencia terrorista, entre las cuales cabe mencionar el desencaje social, la estructuración mucho más funcional de los mecanismos legales y policiales del Estado de Derecho, la colaboración de Francia y el propio debilitamiento de las capacidades de ETA para captar nueva masa de terroristas dotados de conciencia ideológica y experiencia operativa. Tal amalgama de elementos ha condicionado un progresivo deterioro organizacional, e incluso filosófico, del terrorismo como instrumento de la izquierda abertzale. Todo esto ya lo sabíamos. La desactivación de ETA llega porque el terrorismo es menos útil que la política. A medio plazo, Batasuna formará parte de un gobierno tripartito, o tal vez bipartito, en Ajuria Enea. En más breve lapso, se presentará a las elecciones autonómicas de 2007, recuperando muchos ayuntamientos y descontando el terrorismo como instrumento de acción. Batasuna no condenará a ETA, que sería como desdecirse de sí misma. La declaración que llevará a Batasuna a volver a la legalidad se vestirá de renuncia a todo medio o vía de acción violenta para la consecución de sus objetivos políticos, la independencia de Euskadi. Con el cese permanente de la violencia, ETA facilita ese tránsito a Batasuna, puesto que si aquélla desactiva el terrorismo, la izquierda abertzale no tiene nada que condenar, sino simplemente expresarse en coherencia con el postulado de la banda de desistir de la violencia. Batasuna vislumbra un horizonte de autonomismo cuasi independentista. El terrorismo no sólo pierde sentido en ese escenario, sino que es perjudicial. El espejo que, en esa línea, ha representado Esquerra Republicana en Cataluña es mucho más que una casualidad y los, por otro lado impúdicos, escarceos de Carod Rovira con ETA algo más que una mera identificación entre actores independentistas y tal vez actos preparatorios para un camino de comienzos por sendas paralelas. El planteamiento estratégico es que en la próxima legislatura nacional, Zapatero y el PNV negociarán, con la sombra de Batasuna y tras la estela del Estatuto catalán, un nuevo Gernika para Euskadi. Porque Zapatero revalidará presidencia con el éxito de la pacificación, o como quiera que se denomine al proceso. Desde ahí, desde un Estatuto de Gernika renovado, Batasuna y el PNV se plantearán una senda pseudo-independentista en un rango de veinte años. Este proceso es necesario para mantener el pulso del nacionalismo y del abertzalismo, que son casi la misma cosa. El terrorismo, en ese escenario, es un lastre. Estamos ante la última tregua de ETA. La desactivación del terrorismo será larga hasta su definitivo desmantelamiento. Transcurrirán probablemente años de latencia hasta que veamos a ETA cancelada. Quedará, con siglas y estructuras, en estado vegetativo. Entre tanto, se constituirán las mesas técnicas y políticas, de contacto unas y tal vez de negociación otras. No se producirán amnistías, porque no son necesarias. Una administrada secuencia de reinserciones y terceros grados penitenciarios pondrá a los terroristas de ETA en libertad real en plazos de tres, cinco y diez años.
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