miércoles, 8 de marzo de 2006

Ciutadans

EL MUNDO 08/03/06

DAVID GISTAU


Ciutadans
Según Weber, lo que queda cuando se evapora un impulso que pasó por renovador es «el limo de una nueva burocracia que cosifica a las personas». Mientras la burocracia de Zetapé ya es un limo que convierte en cosas a las personas -progenitores A y B, significados mecánicos con los que no se puede ni mentar a la madre de un árbitro-, es en el Estatut donde más encaja el diagnóstico de Weber. Será cuando en el amanecer de la jarana patriotera, de la utopía con tarjetas postales que sirve de coartada al nacionalismo, Cataluña se despierte abducida por una máquina burocrática en la que ya se percibe la intención de regular al individuo incluso en lo mínimo cotidiano. Acaso entonces cuaje la invitación de Arcadi Espada en el Tívoli a la desobediencia. Acaso entonces, cuando el Estatut no se proponga ya como un Madrí-Barsa por otros medios -Maragall y su «Este partido lo vamos a ganar»- y el ciudadano catalán comprenda que se ha quedado a solas con un Leviatán nacionalista al que se arrepentirá de haber alimentado cuando le convencieron de que el Estatut era a la Derecha -y a la «puta España» de Rubianes- lo que el crucifijo a Drácula.
La añagaza de Zetapé, tal como la desnudó Félix de Azúa, consiste en haber vinculado dos valores antagónicos, el socialismo y el nacionalismo, como si fueran un solo ingrediente en la fórmula del progresismo al margen de la que sólo queda ser facha, es decir, dormir durante el día en un ataúd de la cripta de Génova y salir por las noches a chupar sangre, y a boicotear a Cataluña, y a bombardear Bagdad, y a embrujar víctimas, y a desenterrar a Lorca para poder volver a matarlo, e incluso a beber y fumar.Y así, por el pánico a quedar como un facha y a desobedecer una consigna, resulta que la izquierda del off-Zetapé no se anima a denunciar el «férreo estuche» estatalista en que el Tripartito urde encerrar a Cataluña, con hogueras en la plaza pública reservadas para los blasfemos que se resistan a ver la luz, para los traidores colaboracionistas, a los que en el Norte, también para favorecer su depuración, se llama cipayos. Por ello, no se puede sino saludar el nacimiento como partido de Ciutadans de Catalunya, cuyos fundadores demuestran que incluso en Cataluña, como en la aldea de Astérix, se puede cuestionar lo total/divinizado sin que el cielo caiga sobre tu cabeza. No son mesetarios de la caverna con los colmillos llenos de baba catalonófoba: a éstos no van a desmontarlos con esa falacia recurrente. Son notables que pretenden rescatar el pensamiento de izquierdas del vientre de la ballena, prefieren la persona al dogma de fe, y animan a probar esa vida que hay más allá de la superstición nacionalista para quien se atreva a abandonar la protección del rebaño. Jamás ganarán unas elecciones, pero son ya un refugio para los fugitivos de la máquina, algo así como palabras nuevas resonando en una catacumba. No les falta bravura porque, a estas alturas, oponerse al rodillo nacionalista es como ser el chino que se puso delante de un tanque en Tiananmen.

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