¡Basta Ya! 08/03/06
José María Calleja
Luchar por lo obvio en Cataluña
Sostiene Félix de Azúa que en Cataluña todos los políticos son del mismo partido: el nacionalista catalán. Digo yo, los hay nacionalistas de radical xenofobia, ERC; nacionalistas radicales por la pela, CiU; y nacionalistas que hablan en radical borrador, Maragall; hay también nacionalistas mediopensionistas, Piqué, pero todos cantan juntos y exactitos villancicos en Navidad, como si estuvieran en una demostración sindical de la fiesta de los productores, un Primero de Mayo de Bernabeu franquista. Este es el resumen de cuarto y mitad de siglo pujolista: fuera del nacionalismo no hay salvación.
El nacionalismo catalán te dice la forma en que tienes que pensar, los sentimientos que debes regar, la Caixa en la que tienes que ahorrar, el monte que debes culminar, la iglesia en la que debes orar y los pasos que debes de dar al bailar.
Para sobrevivir a semejante maceración sólo caben la ironía y la rebelión. La ironía ha sido trabajada por Albert Boadella, desde hace lustros. Un día le entrevisté en Euskal Telebista, fue antes de que el comisario político del PNV me dijera: "José Mari, tu especial beligerancia con la violencia me plantea problemas en mi entorno", manera opusina de señalarme la puerta de salida. Me reí con las ironías de Boadella y le hice la ola. Al acabar la entrevista, uno de los múltiples pelotas del batzoki, de guardia en el caserío electrónico, me reprochó: "Calleja, te has excedido en los piropos". Le pregunté a Boadella que por qué no ironizaba con la misma intensidad sobre el País Vasco."Sería mortal", fue su sonriente respuesta.
De manera que la cosecha de 25 años de paciencia frente al Pujolismo, y el estrambote de dos de irritación frente a su confuso heredero, el maragallismo, ha alumbrado la rebelión de un nuevo partido político, Ciutadans de Catalunya, que pretende sacarnos de la caspa nacionalista sin llevarnos a otros eccemas. Solamente por haberlo intentado, por tener la energía suficiente, por vencer la pereza que provoca la estupidez circundante, hay que agradecerles a estos ciudadanos catalanes su iniciativa contra el muermo social, contra el silencio espeso y la uniformidad que busca el nacionalismo.
La acogida a Ciudadanos de Cataluña ha desbordado las expectativas. En todos los sentidos. Esa luminaria del pensamiento occidental, esa luz de donde el sol la toma, ese figurante de los Soprano que pastorea a la xenófoba ERC en el Congreso de los Diputados, ha tildado al nuevo partido de grupo de "autoodio". La verdad es que el sintagma se las trae y tiene que ver más con el sadomasoquismo que con la política. Él verá. La forma en que los Ciudadanos de Cataluña han sido criticados por todos los nacionalistas de todos los partidos, más o menos nacionalistas de Cataluña, despeja cualquier duda sobre la necesidad de esta iniciativa y confirma su eficacia.
No sé cuántos votos obtendrán, pero el puñetazo en la mesa ya esta dado y a partir de ahora sólo podemos esperar que esta energía contra el nacionalismo cuaje en un proyecto que mueva el tapete y pueda poner de relieve lo obvio: la estupidez, el aburrimiento, el ombliguismo en el que se mueve la política en aquella parte de España.
No es posible que en lo que llevamos de democracia algunos hayamos pasado de la admiración y , a veces, la sana envidia, por el aire fresco, por la innovación, por el europeismo que veíamos en Cataluña -desde las épocas de las clandestinas Reuniones Generales de Universidades (RGU)-, al hastío, el rechazo y , a veces, el espanto, por lo que viene de allí; por esa forma rancia y pelma de hacer política que domina a la inmensa mayoría de los políticos catalanes y que impregna con su grasa a buena parte de los medios de comunicación de aquella comunidad autónoma. Ese cambio de postura ha sido conseguido, a pulso, por la hinchazón nacionalista que ha sufrido Cataluña con el Régimen pujolista y su excrecencia maragalliana.
Ojalá los Ciudadanos de Cataluña consigan hacer muchos ciudadanos en Cataluña, ojalá saquen del rebaño a los que ahora se acurrucan en él, ojalá sirvan para despejar la duda que sin duda tienen muchos catalanes ante la inmersión de nacionalismo que les invade y que les lleva a preguntarse: ¿me habré vuelto loco?
miércoles, 8 de marzo de 2006
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