martes, 22 de mayo de 2007

Indios y sociólogos

EL PAÍS 2007/05/22

"Nunca les habían faltado a nuestros indios proetarras voces sociológicas de
elucidación y encomio, pero nunca antes las habían tenido tan abundantes y
situadas a tan alto nivel en el ordenamiento estatal."
FERNANDO SAVATER

Indios y sociólogos
No sé si a ustedes les pasará igual: si a mí me tomasen por tonto Habermas o Vargas Llosa, por ejemplo, lo aceptaría con resignación puesto que a su lado probablemente lo soy; pero que me consideren idiota Conde Pumpido o López Garrido, por no hablar de Pepe Blanco... vaya, es algo que le humilla a uno. Y mi impresión general es que este Gobierno ha decidido que lo mejor es tratar a la clientela levantisca como si no tuviese demasiadas luces -"¡pero qué sabrá usted!"- incluso cuando se les está intentando dar en vez de liebre ya no gato, sino rata disecada. El truco empleado es elemental aunque repetido con renovado énfasis: consiste en decir que en modo alguno se va a hacer o a consentir algo y luego hacerlo o consentirlo pero llamándolo de otro modo. Por tanto, el Gobierno nunca pactará con ETA un precio político del final de la violencia, pero ofrece una mesa política en cuanto acabe la violencia o si se suspende un rato suficientemente largo; no excarcelará a De Juana Chaos, pero se complacerá en verlo paseando fuera de la cárcel, que no es lo mismo; no absolverá de apología del terrorismo a Otegi, aunque no se extrañará de que no se le condene; no permitirá a Batasuna presentarse a las elecciones, pero autorizará decenas de listas de ANV que son "pacíficas y legales" aunque funcionen a todos los efectos como si fueran de Batasuna y por tanto parezcan de Batasuna, qué desconfiada es la gente; y por supuesto no se han reunido últimamente con los delegados etarras con fines de mercadeo, digan estos lo que digan, aunque de vez en cuando se les acerquen a buscar información, que no todo lo resuelve Google. Siguiendo así, el día que ETA pegue un tiro a alguien no se tratará de un asesinato propiamente dicho, sino todo lo más de otro afortunado que pasa a mejor vida...

Lo de las listas de ANV, sobre todo, está convirtiéndose en un auténtico máster de cómo tomar el pelo desde el Gobierno a la resignada grey de los gobernados. A cada telediario apretamos el cinturón de los embelecos un punto más. No sólo hay que creer que Batasuna no se presenta ni poco ni mucho a las elecciones gracias a la firme diligencia gubernamental, no sólo la parte autorizada de ANV nada tiene que ver con ETA pese a los apoyos que recibe de y brinda a los proetarras, sino que según el Fiscal General hasta se ha ido demasiado lejos en el celo prohibitivo. ¡Y aún hay quien pretende encerrar a la sufrida gente abertzale en un Guantánamo electoral! Es lo que viene a explicarnos a los duros de entendederas Javier Pérez Royo en Liquidación electoral de una minoría (EL PAÍS, 19 de mayo de 2007). Con la misma elocuente vehemencia con que otrora justificó a quienes iban a las puertas de la cárcel de Guadalajara para hacer la ola a los condenados del GAL, hoy denuncia que se está intentando ante nuestros ojos nada menos que la liquidación electoral de 150.000 o 200.000 ciudadanos españoles del País Vasco a los que se priva en la práctica del derecho de sufragio. Y así será, si se les impide votar de la manera que cada uno de ellos considere individualmente apropiada y se vean obligados a ejercerlo de la manera que los demás le imponen. A esos perseguidos solamente se les deja la opción de apoyar las candidaturas de los partidos que no les gustan o de abstenerse, es decir que se les condena al limbo electoral. ¡Menudo atropello! Por lo visto, no basta que haya candidaturas nacionalistas, nacionalistas radicales o francamente independentistas. Si el público lo demanda, es imprescindible que se autoricen también otras que no se desliguen de la violencia terrorista, que apoyen la estrategia de ETA y que recauden para ella financiamiento y audiencia política, abierta o encubiertamente. El derecho fundamental de elegir debe primar sobre la condición democrática o no de lo elegido, sea lo que sea. ...Pues fíjense, yo no me lo creo. Puede que el derecho, sea constitucional o de otro tipo, no siempre coincida punto por punto con el sentido común del lego pero tampoco es una pieza absurda como las del teatro de Ionesco. Y hay argumentaciones jurídicas que corroboran en este caso el escepticismo ante los razonamientos de Pérez Royo: remito al lector a la obra de otro catedrático de derecho, Carlos Fernández de Casadevante, La nación sin ciudadanos (ed. Dilex) cap. VIII, titulado "Ni todas las ideas, ni todos los proyectos políticos".

Pero si por un momento acepto el planteamiento de Pérez Royo, entonces yo también temo formar parte de la minoría electoral liquidada. Porque yo tampoco tengo un partido a mi gusto al que votar. Yo quisiera votar a un partido socialista con una firme posición de rechazo tanto ante el terrorismo de ETA como ante sus pretensiones políticas, un partido socialista que se atuviese al espíritu y la letra del Pacto Antiterrorista tal como fue redactado en su día, un partido socialista que buscara en este punto político fundamental el apoyo del resto de los constitucionalistas y que no debilitara el diseño unitario del Estado de Derecho para conseguir apoyos de los nacionalistas periféricos que no creen en él por mucho que tales concesiones garantizasen su hegemonía en el Congreso. Y como tal partido socialista de mi ideal no existe y por otra parte no puedo inclinarme por una derecha empeñada en el terreno educativo en preferir feligreses obedientes a ciudadanos conscientes, me veo obligado al limbo del voto en blanco. ¡Ay, que zapatética situación la mía! ¡Arnaldo, Pernando, cómo os comprendo y compadezco!

En una de las historietas del genial Fontanarrosa, el gaucho don Inodoro Pereyra se enfrenta a los indios que llegan en destructivo malón. "¿Qué pretendéis?", les pregunta y el jefe responde: "Vamos a arrasar vuestros campos, quemar vuestras casas y violar a vuestras mujeres". "Pero... ¡eso es una barbaridad!", comenta don Inodoro y el otro responde: "Ah, no lo sé, yo soy indio, no sociólogo". En el País Vasco, los indios del malón abertzale siguen manteniendo sus pretensiones tradicionales, pero ahora renovadas y reforzadas: intimidar a los oponentes políticos, extorsionar a la población social y económicamente, convertir su ideario de máximos en un trágala obligatorio para todos del que sólo están dispuestos como mucho a negociar los plazos de cumplimiento. Ya lo están demostrando en la campaña electoral en el País Vasco y hasta el ministro de Justicia lo ha experimentado en carne propia (como no hay mal que por bien no venga, al menos tras los incidentes de Sestao seguro que Fernández Bermejo no necesitó recurrir ese día a ningún laxante). Y después de las elecciones, podemos prepararnos para lo peor. Pero claro, los indios no tienen por qué ser sociólogos. Ese papel lo cumplen otros, que nos explican sus intenciones fundamentalmente pacíficas, su deseo de renunciar a la violencia aún no del todo maduro, las posibilidades futuras de entenderse con ellos porque entre gente de izquierda todo acaba arreglándose, sus derechos vulnerados por la inicua Ley de Partidos y los intolerables caprichos de la derecha montaraz que se empeña en hablar de terrorismo para que la gente no se pasme como es debido ante los logros económicos y sociales del Gobierno. Nunca les habían faltado a nuestros indios proetarras voces sociológicas de elucidación y encomio, pero nunca antes las habían tenido tan abundantes y situadas a tan alto nivel en el ordenamiento estatal.

Ya sé que estas elecciones municipales no son ni debieran ser unas primarias, pero me temo que en gran medida van a funcionar como tales. Porque algunos estamos preocupados sin duda por la corrupción urbanística y temas afines, pero por mero instinto de conservación sentimos otras cuestiones como prioritarias. Y no podemos dejar pasar esta oportunidad de mostrar con la ocasión de voto que se nos ofrece nuestro rechazo ante la explicación sociológica y la ambigüedad gubernamental que refuerza en lugar de impedir el peligro que corren nuestras cabelleras.

jueves, 17 de mayo de 2007

El «smog» ecologista

ABC 2007/05/17

¿Quién conoce las necesidades de las generaciones futuras por las que nos hemos de sacrificar?
MIGUEL PORTA PERALES

El «smog» ecologista

LA temperatura aumenta. Los polos se deshielan. El nivel del mar sube. Lluvia intensa. Inundaciones. Olas de calor. Sequía prolongada. Desaparición de especies. Reaparición de una plétora miserable que nada tiene que envidiar a la que en su día anunciara Charles Fourier. Este es el futuro que nos aguarda según el movimiento ecologista, algunos científicos y el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC). Pero, ¿y si ello -como históricamente ha sucedido con otras predicciones- no fuera exactamente así? ¿Y si la catástrofe que se pronostica es el resultado de la lectura interesada de un IPCC que no afirma exactamente lo que dicen que dice? ¿Y si, de alguna u otra manera, estuviéramos sucumbiendo -sin por ello negar la existencia del cambio climático- al fundamentalismo ecologista que todo lo contamina?

Para empezar, conviene recordar los fracasos recientes de algunos científicos, economistas y ecologistas que se empeñaron en jugar el ingrato papel de profeta. Sin ir más lejos, a principios de los años setenta del pasado siglo, con la inestimable ayuda del Club de Roma, se puso de moda el género que podríamos calificar de «los límites del crecimiento». Por aquel entonces, científicos y economistas de renombre como Dennis Meadows y Paul Ehrlich -por no hablar de Manuel Sacristán o Wolfgang Harich, que nos prometían las delicias del comunismo ascético de Babeuf como remedio a la crisis ecológica- aseguraron que el crecimiento se detendría en un par de décadas. Pero, el crecimiento cero no llegó. Y seguimos creciendo.

De otra parte, si hablamos de ese fetiche del movimiento ecologista que la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo, patrocinada por la ONU, definió en el llamado informe Brundtland de 1987 como aquel «que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades»; si hablamos, en suma, de desarrollo sostenible, veremos que todavía hoy no se ha dado cumplida respuesta a muchas preguntas como las siguientes: ¿quién define nuestras necesidades y en virtud de qué criterio y autoridad? ¿Cuáles de estas necesidades hemos o no de satisfacer? ¿Cuáles de estas necesidades hemos de garantizar o no a las generaciones futuras? ¿Por cuántas generaciones futuras hemos de sacrificar nuestras necesidades? ¿Quién conoce las necesidades de las generaciones futuras por las que nos hemos de sacrificar? ¿Se nos puede obligar a sacrificar una parte de nuestras necesidades presentes y de nuestro bienestar actual? Con razón decía John Rawls que «la simple ubicación temporal, o la distancia del presente, no son razones para preferir un momento a otro».

Volvamos al presente. Sobre los males que, según asegura el último informe del IPCC -o sus antecedentes entre los que cabe destacar el informe Stern, o el informe del IPCC de 2001 que ha sido en parte refutado por el de 2006-2007-, nos aquejarán en este siglo, la unanimidad no existe. Lean, al respecto, los trabajos de Bjorn Lomborg («El ecologista escéptico», Espasa), Wilfred Beckerman («Lo pequeño es estúpido», Debate) o Christopher Monckton («Climate chaos? Don´t believe it»?, versión resumida en el «Sunday Telegraph» del 5 de noviembre de 2006). En estos trabajos, se percibe que la cosa -lluvia ácida, desaparición de bosques y especies, destrucción de la capa de ozono e, incluso, calentamiento global y cambio climático- es un poco más compleja de lo que parece. Otro tanto asegura el informe del National Research Council de los Estados Unidos. Y, por supuesto, el tremendismo de Al Gore y su Una verdad incómoda se fundamenta en una burda manipulación de los datos.

Lo curioso del caso es que, como muestra el Fraser Institute de Canadá, al IPCC de 2006-2007 se le hace decir lo que no dice. ¿Qué dice el IPCC? El cambio climático existe -quizá estemos ante el final de la llamada pequeña glaciación medieval- pero es menor de lo que aseguran algunos, el papel del CO2 en el cambio climático es discutible -cosa que sostiene también el geógrafo español Antón Uriarte-, el nivel del mar subirá bastante menos de lo que afirman determinadas personas. Por lo demás, el perfeccionamiento de los modelos matemáticos utilizados para predecir el futuro podría hacer variar a la baja la previsión.

¿Qué ocurre aquí? Creo que la cuestión del cambio climático -por cierto, ¿es ese el mayor problema de nuestra época?- ha sido manipulada y politizada por el fundamentalismo ecologista con la inapreciable colaboración de la izquierda. Y del smog ecologista que se ha instalado en nuestra sociedad -no confundir la ecología, que es una ciencia, con el ecologismo, que es una ideología- conviene protegerse.

Protegerse del fundamentalismo ecologista. Protegerse de un movimiento que, atemorizado ante la evolución de las costumbres y el desarrollo económico -el típico miedo del milenio-, se atrinchera y retrae. Un movimiento que tiene su hilo ideológico conductor. En principio, como acostumbra a suceder en todo fundamentalismo, se encuentra la iluminación: «de continuar así, el planeta será destruido». ¿Alguien duda de la verdad revelada? Surge el maniqueísmo, surge el anatema: «eres un depredador, un biocida, un reaccionario, un acientífico». La absolutización ya ha tomado cuerpo: la protección de la biosfera deviene un valor absoluto al cual poco menos que por decreto hay que subordinar cualquier otro. Y si se intenta poner en entredicho el valor absoluto, surge la amenaza en forma de milenarismo apocalíptico: «estás contribuyendo, consciente o inconscientemente, a la extinción del planeta y la vida». ¿Quién legitima la revelación ecologista? Respuesta: se legitima a sí misma. A lo sumo, se legitima en función de un batiburrillo de ideas científicas y no científicas, un «pistoletazo», que diría Hegel, de intuiciones y fantasías que no admiten la refutación ni la verificación empírica. Y esta legitimación encuentra su última ratio en el moralismo y el redentorismo: moralismo, en la medida que el ecologista sabe dónde está el bien y el mal; redentorismo, en tanto el ecologista actúa de forma absolutamente altruista con la única finalidad de proteger el género humano. ¿Qué hacer? Al ecologista no le queda otro remedio que reaccionar ante la agresión exigiendo una política conservacionista de vocación y talante preindustriales.

Y como lo que está en juego es la existencia del planeta y la especie, el exclusivismo emerge en forma triunfante: el ecologismo se considera a sí mismo como el único sistema global de interpretación del mundo capaz de crear un contramodelo social que, afirmándose científico, querría organizar las relaciones entre sociedad, biología, economía, cultura y política. Si bien se mira, el ecologismo es una ideología substitutoria, una ideología prêt-à-porter que ha venido a ocupar la vacante dejada por las antiguamente llamadas ideologías emancipatorias -marxismo y socialismo- que quebraron hace unas décadas por la fuerza de los hechos.

En el fondo, el fundamentalismo ecologista toma cuerpo en una utopía negativa -mejor, un despotismo utópico que exige el sacrificio del presente y el desarrollo no admitiendo ni la indiferencia ni la desobediencia bajo amenaza de ser tildado de reaccionario, liberal o iletrado- y de un discurso del no -«no consumas», «no construyas infraestructuras», «nucleares no»- que es el heredero natural del simplismo ideológico progresista y de las admoniciones de los viejos inquisidores. El smog ecologista, decía antes.

miércoles, 16 de mayo de 2007

La ofensiva conservadora

ABC 2007/05/16

“El problema se plantea, en fin, más en el campo de la pragmática, que de la lógica estricta. El problema es que no se comprende a santo de qué los relativistas insisten en la tarea, inexplicable desde su propio punto de vista, de ponerse a convencer de nada a nadie.”
ÁLVARO DELGADO-GAL

La ofensiva conservadora

UNA semana antes de ganar las elecciones, Sarkozy pronunció en Bercy un discurso muy jaleado por la prensa, incluida la adversa. Tardé unos días en bajar el discurso de internet y, lápiz en mano, recorrerlo de cabo a cabo. Dios premia en ocasiones a los rezagados: mientras incumplía mi compromiso con Sarkozy, leí un libro que Mondadori había publicado en el 2004 y que lleva por título Senza Radici. En Senza Radici, el todavía cardenal Ratzinger y Marcello Pera, presidente a la sazón del Senado italiano, hablan el uno con el otro y concurren en diagnosticar que Europa está presa de una misteriosa, ominosa enfermedad, tan rara y tan destructiva como la que mortalmente aflige a las doncellas en cuyo cuello ha clavado Drácula sus colmillos. Esa enfermedad es el relativismo. Volví a la alocución de Sarkozy y me encontré, miren ustedes por dónde, con el mismo mensaje. Según Sarkozy, el 68 ha inoculado en su país un morbo que liquida la moral y suprime la solidaridad y el sentido del deber. El discurso del presidente, apoyado en la repetición anafórica, y muy eficaz retóricamente, alude al episodio sesentayochista con insistencia casi maniática. El 68 le sirve, literalmente, para hacer vudú, un vudú dirigido contra la izquierda hedonista, el multiculturalismo -que Sarkozy prefiere llamar «comunitarismo»-, y el abuso irresponsable y egoísta del Estado benefactor. Pero el concepto central es, de nuevo, el relativismo. Cito literalmente: «...el 68 nos había impuesto el relativismo intelectual y moral». A esto, en astronomía, se le llama «alineamiento de planetas». Un laico atribulado, un tomista que después sería Papa, y un político que presidirá la quinta República durante cinco años, denuncian el mismo fenómeno y proponen remedios necesariamente distintos, aunque emparentados por la naturaleza común del mal que se pretende combatir. Mi pregunta es la siguiente: ¿nos enfrentamos a un ectoplasma suscitado por el pensamiento conservador, o es verdad que nuestras sociedades están sufriendo un proceso degenerativo y potencialmente letal?

En mi opinión, la alarma de los conservadores no es gratuita, y la invocación del relativismo como causa del desarreglo, no está tampoco mal traída. Empecemos por estudiar qué clase de bicho es el relativismo. La filosofía relativista alega, en esencia, que la verdad o falsedad de las cosas está indiciada a la perspectiva desde la cual se las contempla. Los méritos de este argumento se me han antojado siempre dudosos, por decirlo suavemente. En efecto, sólo tiene sentido que me dirija a otro para convencerle de algo, si se cumplen dos requisitos. El primero, es que piense que ese algo responde a la verdad. En segundo lugar habré de entender que el otro, precisamente porque no comparte mis convicciones, ocupa una perspectiva distinta a la que ocupo yo. Aceptadas estas premisas, el tinglado relativista se viene abajo. ¿Por qué? Conforme a la doctrina relativista, las verdades que yo inste deberán estar indiciadas a mi perspectiva. Pero el que me escucha sólo puede concebir verdades indiciadas a su perspectiva. Por tanto, para que la verdad viajara eficazmente de una perspectiva a otra, debería cambiar de índice a medio camino, lo que no se sabe qué significa ni tiene pies ni cabeza. El problema se plantea, en fin, más en el campo de la pragmática, que de la lógica estricta. El problema es que no se comprende a santo de qué los relativistas insisten en la tarea, inexplicable desde su propio punto de vista, de ponerse a convencer de nada a nadie.

El relativismo, ininteresante filosóficamente, obra sin embargo efectos portentosos en el plano de la experiencia social. En una sociedad en que se ha decidido que no existe la verdad objetiva, se abren dos horizontes de acción: o el de la violencia, inevitable cuando a cada cual le da por imponer una verdad que no es confrontable con las ajenas, o el de la tolerancia absoluta. Lo último se suele conocer como «pluralismo». Se entiende que son pluralistas aquellas sociedades en que no se acepta ninguna verdad transversal pero en las que tampoco se critica ni ataca a nadie por el hecho de cultivar su propia, intransmisible verdad. ¿Qué régimen político conviene mejor a este equilibrio de verdades dispersas y como replegadas sobre sí mismas?

Un candidato obvio, es la democracia. La democracia a que me refiero, es la liberal reducida al absurdo. En la democracia liberal clásica, teníamos la ley y el parlamento, y las cartas de derechos que se querían proteger y desarrollar mediante la ley y el parlamento. En la democracia liberal reducida al absurdo, se identifica el derecho con la arbitrariedad del individuo, y la ley con un artificio cuyo única función es impedir que la gente se haga daño. Es evidente que una sociedad así no es viable, salvo en la fantasía de los anarquistas o de quienes depositan en la mano invisible de Adam Smith esperanzas poco realistas. No está claro, no obstante, que no estemos caminando, lentamente, hacia un escenario moral próximo al de la democracia reducida al absurdo. Con algunas circunstancias agravantes, por cierto. En la democracia imaginaria que les he pintado, no existirían, por ejemplo, los inspectores de Hacienda. El motivo es obvio: no se le puede pedir a Mengano que sacrifique parte de sus recursos con el argumento de que así lo exigen la justicia, la solidaridad, el interés general, o cualquier otra causa mayúscula. Las causas mayúsculas son patrimonio del moralista, no del relativista que ha descubierto, o cree haber descubierto, que los niños no vienen de París y que la lírica edificante es el refugio de los borrachos o de los bribones. Sucede sin embargo, ¡oh sorpresa!, que las democracias de verdad son enormemente impositivas. En ellas se redistribuye la renta apelando a la justicia, la solidaridad, y el interés general. En nombre de estos principios, los políticos compran el voto y los electores se rascan recíprocamente el bolsillo. Ocurre como si asistiéramos a una enorme conspiración de todos contra todos, montada sobre argumentos que, simultáneamente, el ethos dominante nos invita a no tomar en serio.

De manera que sí, estoy de acuerdo con la tesis conservadora de que nuestra sociedad ha perdido el oremus, y se dedica a hacer eses sobre un suelo deslizante. Y también estoy de acuerdo en que a nuestra sociedad le aguarda, tal como está, un futuro problemático. Segunda pregunta: ¿qué tiene que ver todo esto con los soixanthuitards? Mucho, mientras pongamos cuidado en no confundir las magnitudes. Como es bien sabido, el mayo anarcoide estalló, mes arriba, mes abajo, en todo Occidente. ¿Por qué ocurrió esto? Ratzinger nos diría que la muerte de Dios, anunciada por Nietzsche, es una de la causas. Y Pera invocaría el relativismo epistémico de Kuhn y compañía. Son argumentos de peso. Pero yo no echaría en saco roto un comentario que al desgaire hace Naipaul en The Killings in Trinidad, un ensayo sobre un episodio sangriento protagonizado por un imitador alienado de los panteras negras -y blanco, para más señas- , y unas cuantas descerebradas inglesas que jugaron a perderse en un rincón remoto del Caribe. Naipaul se refiere, despectivamente, al ludismo de las clases medias -middle-class playfulness-: tras decenios de prosperidad, paz y libertad, las masas democráticas han perdido el sentido de la realidad. El análisis teológico no está reñido con el zoológico.

Ángeles y fascistas

El País 2007/05/13

"Una de ellas es Beatriz de Barcelona, que dice sentirse de izquierdas (ay, la mala conciencia) y que va a votar en secreto a Ciudadanos para que no la llamen fascista..."
Elvira Lindo

Ángeles y fascistas
Comprobado: la España plural está llena de fascistas. Basta con abrir el periódico para encontrártelos, con sus caras rabiosas, sus gritos, sus gestos amenazantes. Daré nombres. Ahí tenemos a José Antonio Pastor, candidato de los socialistas vizcaínos. Qué te parece, se proponía el insensato dar el mitin en la calle. ¡En la calle! Menos mal que acudieron esos Ángeles que custodian el comportamiento democrático y actúan bajo el bonito nombre de “los radicales” y le llamaron en su misma cara lo que es: “¡Fascista!”. Fascistas también esas dos muchachas llamadas Nerea y Virginia, del Partido Popular, que la otra noche salieron a la tradicional pegada de carteles por las calles de Bilbao. Intolerable.

¿Para cuándo esa asignatura de cultura democrática? Menos mal que nuestros Ángeles de la Guardia, alertados por semejante acto vandálico, acudieron, dejando a medias el pintxo y el txiquito, y se personaron en el lugar del crimen para darle su merecido a esas pequeñas fascistas. Nerea, que sólo tiene 20 años, narró la experiencia a los medios de comunicación con voz temblorosa, como a punto de llorar. Ah, el viejo truco del facha mostrando su lado humano. No nos conmueve. Por su parte, otra fascista de tomo y lomo, Esperanza García, aspirante a concejala del Ayuntamiento de Barcelona por Ciudadanos de Cataluña, pretendía protagonizar un acto electoral e irse a casa de rositas. Pero no. Ángeles de la Guarda, radicales sin fronteras, siempre en lucha contra el mal, llegaron a tiempo para poner los puntos sobre las íes, o como dice Belén Esteban, los puntos sobre las tildes, y a las puertas del recinto que albergaba el mitin fascista gritaron: “¡Fascista de mierda!”. En fin, lo mínimo. Por desgracia, estos Ángeles de la Guardia no son una mayoría -se trata de una misión de valientes-, pero tranquiliza enormemente que a menudo son comprendidos, bien con el silencio cómplice bien con simpatía indisimulada, por aquellos que, ante las quejas de los fascistas agredidos, dicen: “Bah, no fue para tanto, que no se hagan las victimitas”. A mi buzón han llegado varias cartas de fascistas. Una de ellas es Beatriz de Barcelona, que dice sentirse de izquierdas (ay, la mala conciencia) y que va a votar en secreto a Ciudadanos para que no la llamen fascista; Pedro de Badajoz, que espera el día en que se monte esa misma organización fascista para votarles; otro ejemplo de facherío lo tenemos en Marta, leonesa, que siente la necesidad de solidarizarse con los fascistas vascos (socialistas y populares) y se pregunta si es lícito que haya elecciones allá donde los fascistas no pueden expresarse con libertad.

Esto me permite concluir que entre las muchas cosas que estos Ángeles han aportado al debate político ha sido la popularización de la palabra Fascista. Palabra que ha saltado del radicalismo al columnismo. No hay día en que alguien no sea tocado con el adjetivo. Qué es entonces el fascismo. Y tú me lo preguntas. Fascismo eres tú.

lunes, 14 de mayo de 2007

A merced del socio

ABC 2007/05//14


"Los demócratas de todo signo estamos asistiendo a la traición de ciertos círculos sectarios de la izquierda, hoy representados por Zapatero, Blanco, Madrazo, Llamazares y tantos otros a los principios de la libertad, la igualdad y la solidaridad"
Hermann Tertsch

A merced del socio
El Gobierno de Rodríguez Zapatero ha intentado de nuevo lo que en términos pugilísticos llamamos un «tongo», en términos económicos una estafa y en el campo de las relaciones humanas sencillamente una infamia. ABC cuenta en exclusiva esta «toma de contacto» que viene a ser un encuentro clandestino entre dos socios potenciales que quieren mantener a toda costa ocultos ante la sociedad eventuales acuerdos entre ellos que consideran tienen ambos interés en que se produzcan y que sean secretos. Que una de estas partes sea la dirección de una banda asesina y la otra una delegación del Gobierno del Reino de España, no revela en absoluto que se haya generado una nueva realidad por un supuesto cambio de actitud de los terroristas. Por el contrario, demuestra que el Gobierno español no tiene problemas para maniobrar en las sentinas más profundas para discutir con un grupo terrorista con vocación de permanencia un régimen de cooperación especial que permita a unos cumplir ciertos deseos y a otros evitar sobresaltos concretos. No es poco y todos los aliados de este Gobierno y de nuestro país deberían tomar nota de que Zapatero y su círculo íntimo conspirador en el proceso actuan realmente como un doble agente, de lealtades absolutamente indefinidas e imprevisibles.

No se sabe cuántas veces lo han hecho. Aunque los medios más comprometidos con el proceso y artífices de las intoxicaciones sistemáticas de un presidente de Gobierno convertido en un «dirty Dickie» leonés -tramposo como un Richard Nixon de agrupación de provincia, que ha de ir tapando una mentira con otra-, tienen ya problemas para difundir contradicciones casi continuas y han de recurrir a ridículas cortinas de humo sobre Irak o el ex presidente Aznar. También ellos son a la postre víctimas de la levedad insoportable de un presidente que demuestra cada vez menos respeto por la realidad y por las instituciones del Estado. Como tenía que ser, este nuevo encuentro con la cúpula asesina para buscar una salida a problemas comunes ha vuelto a salir mal porque todas las condiciones juegan ya en su contra. Hasta quienes no somos «Txeroki» ni Ternera sabíamos que Zapatero estaba en pánico ante la posibilidad muy real y perfectamente lógica de que ETA le volviera a meter prisa en el proceso.

En contra de lo pregonado por los medios comprometidos con la aventura del presidente, la bomba del aparcamiento de la T-4 de Barajas, en absoluto desmiente las concesiones pasadas perfectamente obvias. Todos sabemos que de lo que se trataba entonces como ahora con la amenaza de ETA es de imprimir el suficiente sentido de urgencia a las siguientes demandas y concesiones como para que el Gobierno esté literalmente con la lengua afuera buscando evitar el atentado mientras intenta desesperadamente tapar vergüenzas lo que siempre supone un grave deterioro del Estado de Derecho.

Las mentiras del Gobierno

Pero saber que las mentiras del Gobierno no nos confunden no es consuelo. Tiene razón Fernando Savater con su terrible llamada en su artículo «Casa tomada» en el blog de Basta Ya: «Ya no podemos hacer más. Ustedes, nuestros conciudadanos, tienen la palabra. Si refrendan electoralmente lo que hasta ahora se viene haciendo, sólo nos queda salir a la intemperie y buscar refugio dónde sea». Los demócratas de todo signo estamos asistiendo a la traición de ciertos círculos sectarios de la izquierda, hoy representados por Zapatero, Blanco, Madrazo, Llamazares y tantos otros a los principios de la libertad, la igualdad y la solidaridad. Entre la desesperación y la ira, quienes no quieren vivir en falta de libertad e indignidad permanente se plantean estas elecciones y las del año próximo como último hito en el que decidirse sobre el exilio interior o exterior en el País Vasco y en España. No alcanzan a entender la falta de reacción de ese cuerpo social español moderno y democrático ante unos atropellos tan brutales, ante semejantes desafueros, ante tamaña ofensa a la inteligencia y al sentido común.

Más que las agresiones físicas de los asesinos duelen las actitudes terribles de indiferencia, falta de apoyo y hostilidad que hieren día a día. Como las siempre obscenas declaraciones -siempre falsarias- del Fiscal general del Estado, la invención de nuevas ofertas -del nacionalismo muy bueno que ahora es don José Jon Imaz- para un acuerdo supuestamente antiterrorista cuando se viola a diario el existente y las grotescas descalificaciones contra el Partido Popular que gestiona personalmente el presidente del Gobierno.

En fin, el Gobierno ha tenido que volver a buscar un encuentro con ETA para impedir los malentendidos entre estas dos partes que llevan más de tres años creyendo o pretendiendo creer que pueden llegar a un acuerdo para beneficio común, a espaldas de los españoles, su Constitución y su seguridad. Aquí está el abismo al que se asomó en su día este aprendiz de brujo muy perezoso para el aprendizaje. Lo que ya comenzó como un monumental engaño a toda la sociedad española se ha convertido en proceso para salvar su propia vida política ante las amenazas del socio negociador. Sin reparar en costes. Como no se pudieron poner de acuerdo -porque Zapatero ha sabido crear expectativas y engañar en estos años mucho mejor a los demócratas que a los que no lo son-, los etarras pueden golpear en cualquier momento a la sociedad española y a las ansias infinitas de armonía del presidente. Zapatero les ha dado media ANV legal, pero como sucede con estos compañeros de viaje, lo quieren todo. Y ni a Zapatero ni a Rubalcaba se les pasará el miedo al atentado hasta después del 27 y el día después retornará el miedo y las demandas y las prisas y las advertencias y las angustias de quien ya está a merced de quien quiso como socio .

sábado, 12 de mayo de 2007

Casa tomada

¡BASTA YA! 2007/05/12

"...cualquier concejal del PP en el País Vasco ha hecho más por la defensa de las libertades constitucionales de ustedes y mías que todos los intelectuales abajofirmantes que luchan contra la derechización del mundo desde sus cómodos negocios artísticos o académicos."
Fernando Savater

Casa tomada
Como no soy jurista –y cada vez entiendo menos el guirigay de quienes lo son- no puedo decir nada relevante sobre la sentencia del Tribunal Supremo que parte salomónicamente por la mitad a ANV, éstos si, aquellos no, pasemisí, pasemisá. Lo único claro es que el brazo político de ETA (que adopta nombres distintos pero practica siempre la misma obediencia) va a estar ampliamente presente en las elecciones y luego en las instituciones vascas, salvo una intervención de última hora del Tribunal Constitucional. Y también resulta indudable que la Ley de Partidos hubiera autorizado otras salidas legales para impedir real y totalmente esa presencia. ¿Qué no había plazo para una impugnación de ANV? Si usted lo dice, le creeré, pero resulta raro que se nos haya echado el tiempo encima cuando la estrategia de ETA se conoce desde hace meses: primero un partido en clara continuidad con Batasuna como señuelo, luego reactivar la cáscara vacía de otro partido “dormido” en la legalidad y dotarlo milagrosamente de militantes, medios etc…de modo que permita el avance travestido de los de siempre. Larvatus prodeo, que diría Descartes. ¿Qué ANV rechaza desde 1930 el recurso a la violencia? Parece que a estas alturas y mediando un reciente atentado con víctimas habría que exigir un deslinde del terrorismo etarra más explícito a quienes tan a las claras provienen de él: si no le entendí mal, se lo oí decir al propio Fernández Bermejo en una entrevista con Iñaki Gabilondo en la Cuatro.

¡Ah, pero es que lo realmente infumable es la Ley de Partidos! Ahora se oye por todas partes: en el País Vasco lo dicen desde el consejero Azkárraga, ese espejo de juristas, hasta el rejuvenecido Alfonso Sastre, cuyas ideas políticas siempre han sido un poco peores que sus obras de teatro, háganse una idea. Pongo la radio y en la tertulia escucho a un mequetrefe que compara esa ley aprobada por amplia mayoría parlamentaria con las dictadas por Franco: es que prohibe cosas y nuestro héroe es partidario caiga quien caiga (él no caerá, descuiden) del prohibido prohibir. Supongo que de genialidades como ésta le viene el descrédito a Mayo del 68. Acudiendo a fuentes mas serias, me deja perplejo leer en un editorial de “EL PAIS” (7 de mayo) que “es una ley excepcional y de muy problemática aplicación, en la medida en que es limitativa de derechos”. Hombre, muchas leyes limitan derechos… pero siempre los de quienes los utilizan para lesionar o impedir el ejercicio de los de otros. Como explica a continuación el propio editorial, es el caso de quienes impiden la libre competencia democrática apoyando la eliminación física o la intimidación permanente de sus adversarios políticos. La Ley de Partidos defiende el ejercicio de los derechos políticos de todos, menos de los que quieren simultanear política y crimen para ganar a dos bandas. ¿Y “excepcional”? ¿Por qué es excepcional, si no fue dictada por decreto del ejecutivo sino aprobada en la sede legislativa adecuada? Claro que siempre contó con la oposición de los nacionalistas de toda laya y desde luego hoy mantener una ley que contraríe a los nacionalistas es algo realmente excepcional… ¡Ha sido recurrida en el Tribunal de Estrasburgo! Bueno, no sabemos si prosperará el recurso, pero existe algún precedente orientativo. Por ejemplo, cuando se ilegalizó el Partido de la Prosperidad turco –al que pertenecía entonces el islamista Gül y que contaba con seis millones de votos- por apoyar la violencia separatista y atentar contra la laicidad de Estado, el Tribunal de Estrasburgo ratificó tal medida dictaminando que “la democracia representa un valor fundamental en el orden público europeo pero si se demuestra que los responsables de un partido político incitan a la violencia o mediante mecanismos ilegítimos buscan la destrucción de la propia democracia su disolución puede considerarse justificada” (citado por R. Navarro Valls, “Las dos almas de Turquía”, el Mundo, 3-V-07).

Puede ser que la culpa de todo la tenga, en última instancia, el obstruccionismo del PP a la buena voluntad pacificadora gubernamental. Es lo que parece dar a entender, entre otros miles, John Carlin en su artículo “Es la hora de gobernar juntos” (El PAIS, 6-V-07). Compara la oposición inicial de Ian Paisley a sentarse junto al Sinn Feinn, sus actuales socios de gobierno, con declaraciones semejantes de Mariano Rajoy o María San Gil respecto al reconocimiento de Batasuna. Entre otras diferencias que sería obvio señalar (los dos extremos irlandeses en colisión tenían mutuos lazos con grupos violentos, mientras que en España el brote de terrorismo antiterrorista no vino precisamente de los populares), omite Carlin que la intransigencia de Paisley no ha cesado porque sí, sino porque IRA ha entregado las armas y el Sinn Feinn a reconocido finalmente la policía y la magistratura norirlandesas. Puede que el feroz clérigo haya cambiado, pero sólo cuando también han cambiado las circunstancias, tras una suspensión del parlamento autonómico y una renovada actitud de firmeza del siempre oportunista Blair. Muchas cosas pueden objetarse a la política del PP, sin duda, pero ahora que la valiosa y valerosa María San Gil se ha visto apartada momentáneamente de la política por enfermedad, conviene recordar en su honor y en el de su partido que cualquier concejal del PP en el País Vasco ha hecho más por la defensa de las libertades constitucionales de ustedes y mías que todos los intelectuales abajofirmantes que luchan contra la derechización del mundo desde sus cómodos negocios artísticos o académicos.

Aunque duela decirlo y dejando a un lado la pureza de las intenciones iniciales, ejem, lo indudable ya es que el Gobierno de Zapatero ha fracasado en toda regla en el supuesto “proceso de paz”. Una ETA acorralada, políticamente cortocircuitada y que podía haber sido eliminada en año y medio de haber seguido la política conjunta PP-PSOE de finales del ejecutivo anterior (según afirma la policía francesa) se encuentra hoy revitalizada, rearmada y dispuesta a actuar en cualquier momento. Batasuna no ha cambiado ni un ápice sus planteamientos políticos, ha pasado de fuerza marginal y casi mendicante a interlocutor político privilegiado, además de volver como fuerza electoral y recuperar probablemente sus posiciones perdidas en muchos municipios claves para su financiamiento y reafirmación estratégica. Ha aumentado la presencia radical en los medios de comunicación vascos, sigue la coacción sobre los ciudadanos disidentes y desde luego la extorsión a empresarios y profesionales, contra la que por lo visto nada puede hacerse (¿se imaginan lo que sería saber que cientos de empresas, comercios, restaurantes, profesionales, etc… están pagando mensualmente cantidades importantes a Al Qaeda pero que nada puede intentarse penalmente contra ellos porque bastante sufren ya los pobrecillos?). De Juana Chaos se pasea tranquilo por el mundo y dentro de poco tendrá problemas de sobrepeso, por lo que habrá que mandarle a su domicilio para que haga régimen. Y para colmo todo el mundo asume como inevitable que ETA volverá matar. Digo yo que en cuanto acabemos de desvelar las patrañas y mentiras de la supuesta “conspiración” del 11M, habrá que empezar con las del “proceso de paz”. Denunciar a quienes dijeron que no había negociaciones políticas (lean, lean los documentos incautados al Comando Donosti), a los que aseguraban sin enrojecer que Aznar hizo lo mismo, a los que sacaban la foto de las Azores cada vez que se les señalaba la de Patxi López con Otegi, a los que nos contaron las virtudes humanitarias y los efectos salvadores del tratamiento penal a De Juana, por no mencionar a quienes aseguraban que había “indicios borrosos” de la voluntad de ETA de dejar próximamente las armas… La Cuatro podría hacer otro buen reportaje, muy objetivo, sobre este tema y hasta les sugiero un título, más triste pero no menos verdadero que el del anterior: “La victoria de los embusteros”.

Uno de los mejores cuentos de fantasmas que conozco es “Casa tomada”, de Julio Cortázar. En él, una pareja de hermanos mayores y solteros vive en la casa de sus antepasados. Poco a poco, deben ir cerrando habitaciones y bloqueando puertas de las estancias “tomadas” por entidades que no se precisan pero se presienten… hasta que finalmente tienen que abandonar su hogar invadido por el Mal. En el País Vasco, muchos de quienes hemos luchado contra el expansionismo del nacionalismo obligatorio estamos en la misma tesitura. ETA y adláteres ocupan las localidades pequeñas, luego las medianas, luego barrios de las grandes y espacios públicos comunes: nosotros vamos cerrando puertas y retrocediendo. Cada vez con menos apoyos y más críticas de quienes se impacientan por nuestras quejas. Los socialistas vascos por ejemplo nos tienen por “miserables”, cuando no por extremistas de derechas (con el PSE pasa lo que con la Ertzaintza, aunque peor: en sus filas hay gente decente y combativa, pero con los mandos actuales no hay manera). Y aún eso es preferible a los que nos muestran su “solidaridad humana” por las amenazas que sufrimos, para acto seguido criticar la Ley de Partidos o recomendar el diálogo como solución de nuestros males. No, que quede claro: no queremos solidaridad “humana” sino política. La “humana” que se la guarden los simpáticos dónde mejor les encaje…
Y habrá que irse, claro. Ya no podemos hacer más. Ustedes, nuestros conciudadanos, tienen la palabra. Si refrendan electoralmente lo que hasta ahora se viene haciendo, sólo nos queda salir a la intemperie y buscar refugio dónde sea. “Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada”.