LA VANGUARDIA 24/03/06
FRANCESC DE CARRERAS
Acaba el terrorismo, sigue el Estado de derecho
El anuncio de este enigmático "alto el fuego permanente" de ETA significa ante todo una gran esperanza. Se esperaba desde hace tiempo, se desconfiaba en que llegara. Compartíamos ambas sensaciones. Por fin ha llegado y las reacciones, en general, han sido positivas, porque han sido cautelosas. ETA debe saber que, a estas alturas de una larga historia, nadie se fía de ella, con toda la razón del mundo. Por tanto, la esperanza hoy se mezcla con el escepticismo. Pero, en todo caso, hay algo muy positivo: a partir de hoy, si todo es como parece, 40.000 amenazados podrán vivir sin el miedo permanente en el cuerpo, podrán pasear tranquilamente por la calle, no estarán siempre pendientes de lo que pueda sucederles a ellos y a sus familias. Desde fuera de Euskadi, muchas veces no éramos conscientes de esa situación. Tengo dos repetidas imágenes en la mente que no me han abandonado en los últimos años. Una primera es la triste despedida en Barajas de amigos que iban permanentemente escoltados y regresaban al País Vasco: "Bueno, retorno a la cárcel", te decían, mientras tú te dirigías a la puerta de embarque del avión que debía conducirte a Barcelona. La otra imagen: la media docena de escoltas de seguridad, acompañantes de profesores amenazados, guardando la puerta de la sala de la Universidad del País Vasco donde se iban a celebrar oposiciones o actos académicos. Nadie parecía inmutarse, todos lo tomaban con normalidad. Quizás esta sensación de normalidad era lo más sorprendente, porque la situación no era nada normal. Sin embargo, desde fuera de Euskadi lo vivíamos con normalidad, pocos sabían que estas cosas sucedían, el País Vasco, precisamente, se mostraba a los visitantes como un exuberante territorio que rebosaba sensación de buen vivir. Pero algunos sufrían, muchas veces en soledad, procurando que el vecino no se enterara, no fuera a ser que... ¿A partir de hoy será posible vivir sin miedo? Un alto el fuego permanente no se sabe con certeza qué cosa va a ser. Pero, en todo caso, para algunos va a ser un gran respiro. Pero el fin del terrorismo no debe ser el fin del Estado de derecho. Con excepciones conocidas, y ya muy pasadas, la lucha contra el terrorismo se ha desarrollado dentro del marco legal democrático. No ha habido aquí, con la excepción citada, guerra sucia. No debe haber ahora, en nombre de un pretendido diálogo, un alto en el Estado de derecho. Los jueces son independientes y cualquiera de sus decisiones sólo a ellos son imputables, y no a un Gobierno que no los tutela ni influye. Y las instituciones democráticas no deben ser sustituidas por mesas de partidos, porque son las instituciones en las que éstos ya están representados. ETA debe saber, por tanto, que acabado el terrorismo sigue el Estado de derecho.
viernes, 24 de marzo de 2006
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