BASTA YA 02/03/06
Maite Pagazaurtundua
LOS VECINOS Y LA MEMORIA RESPETABLE
En julio de 1941, durante la ocupación alemana de Polonia, la mitad católica de un pequeño pueblo de menos de tres mil habitantes, Jedwabne, asesinó en un solo día a la otra mitad de vecinos, judíos. Los nazis no intervinieron. Fueron siete los judíos que sobrevivieron porque una única familia de aquellos vecinos católicos los escondió. Los Wrzykowski –apellido que merecería ser memorizado consonante tras consonante- no pudieron seguir viviendo después de la matanza en el pueblo porque seguramente como refleja Jorge M. Reverte en el magnífico prólogo al libro que relata esta historia "estando ellos allí, ya no todos eran asesinos, se desvanecía la coartada moral".
Durante mucho tiempo se mantuvo la tesis oficial de que la matanza había formado parte de la campaña de exterminio nazi, pero no sucedió así. Los hechos reales los relata Jan T. Gross en un libro magnífico titulado Vecinos. Es que los asesinos, los autores de la matanza fueron personas normales con las que habían convivido hasta un día antes las víctimas y lo que pasó algún tiempo después fue que las autoridades comunistas apañaron la memoria.
No es plato de gusto mirar atrás a la propia responsabilidad cuando no nos gusta nuestra imagen personal, social o política. A todos nos sienta fatal que nos digan que hemos actuado mal. Por eso, porque no resistimos que nos afeen la conducta es mucho mejor que las sociedades resuelvan los problemas graves de manera que no tengan que avergonzarse.
Quiero llegar a la cuestión de los modelos posibles para el fin del terrorismo etarra. Si se optase por la conciliación con los terroristas, por mucho que ahora se hable de un futuro con memoria, no sería así. No con una memoria fiel, quiero decir. Las víctimas del terrorismo representan una verdad, la verdadera cara del fanatismo nacionalista vasco y de los vecinos que miraron –y miran- hacia otro lado y de los gobernantes que obtuvieron –y parece que siguen queriendo obtener- ventajas políticas de la existencia del miedo y de tantas familias rotas. Si se optase por el modelo de "resolución de conflictos" y no el de la "derrota democrática" resultaría inevitable la reconstrucción de los recuerdos. Como inevitable resultaría que algunas víctimas pasasen por el aro de los nuevos recuerdos de la ideología final resultante a fin de dar materia a la autocomplacencia colectiva. Al resto se las podría marginar y arrumbar o proscribir socialmente con una mezcla de piedad y aversión. La historia nos enseña que se puede construir el futuro de una sociedad sobre la desmemoria, la falsedad y la modificación a posteriori del pasado, pero ni es gratis en cuanto a los grandes valores de la sociedad, ni es gratis en cuanto al modelo de relaciones humanas que ayuda a extender ni –muy especialmente- en cuanto al modelo de liderazgo social y político que, de facto, establece. No es lo mismo hacerse trampas colectivamente que no hacérselas, no es lo mismo cambiar de significado a las palabras para que parezcan lo que no son que no hacerlo, no es lo mismo la argumentación que busca el fondo de las diferencias y de los elementos comunes que el filibusterismo político. No es lo mismo ganar o mantener el poder a través de ardides que respetando al adversario político. No es lo mismo autodestruirnos en una versión moderna de las dos Españas que hielan el corazón de puro desgarrarnos que no hacerlo. Para nada. Por eso es tan importante que seamos constructivos en nuestras aportaciones a la opinión pública, porque aunque no nos demos mucha cuenta, también estamos determinando las reglas sociales y políticas no escritas en medio de las que tendrán que sobrevivir nuestros hijos e hijas.
jueves, 2 de marzo de 2006
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