EL MUNDO, 7 de marzo de 2006
ARCADI ESPADA
Patrañas públicas
Hay bellísimas personas que son antinacionalistas hasta que surge la analogía (tan natural) del nacionalismo con la religión. Entonces dan un paso atrás, casi imperceptible, pero de grandes consecuencias. Sería lógico que, dados los alardes antinacionalistas a que se entregan, temblara su fe religiosa, o al menos la extensión pública de su fe. Todo lo contrario: si los pasaran por el escáner, la sorpresa sería ver cómo tiembla su fe antinacionalista. De pronto, y con cierta resignación íntima, los cruzados convienen que de alguna patraña hay que vivir. Y empiezan ver en el nacionalista a un pagano; es decir, a un retorcido cofrade. La imagen de los beatos casa definitivamente, se hace al tiempo una y trina, cuando se somete a la consideración general la necesidad de que se abstengan de invadir con sus patrañas el espacio público: una ola de violencia les sacude y, llegado el momento, ¿darían la vida? ¡¿el uno por el otro?!, bien fuera por el escapulario o la bandera. Me lo paso francamente bien observándolos en ese momento crucial. Porque, en efecto, el momento crucial es el de la definición del espacio público. El nacionalismo y la religión son creencias imperialistas y aspiran, consecuentemente, a la colonización.
La religión ha intervenido en todos los órdenes de la vida cultural hasta nuestros días. Ha fijado el calendario, el aprendizaje, la reproducción.
Sólo desde hace muy poco tiempo, y en una pequeña zona del mundo, los hombres han empezado a arrinconarla hasta lo privado. Como sistema de organización del espacio público, la patraña nacionalista es mucho más moderna y hay bastantes lugares del mundo donde se produce con una obscenidad desenvuelta.
La religión (aún muy exhibida) y el nacionalismo han convertido el espacio público español en un lugar altamente contaminado. Una especie de Chernóbil simbólico donde los dogmas cristianos, siempre vigilantes, conviven con los derechos históricos y la razón colectiva. En este espacio, y como fruto muy llamativo del intento de pacto entre la razón y la patraña, ya sólo se habla con metáforas (y el Adolescente con paranomasias), de las que se ignora el tenor. España se ha convertido en un país donde el necio mira el dedo, dice «ajo de agónica plata», y sigue eufórico y constitucional su camino.
(Coda: «Cuando un alemán entra en un salón, hace una profunda reverencia y dice: 'Mi nombre es ?' (aquí el nombre del alemán).Yo también quiero presentarme a la manera alemana. Entrar en un periódico es para uno como entrar en el seno de una familia desconocida. Yo me encuentro muy cohibido al principio. No me atrevo a hacer chistes. La idea que yo les dé a ustedes será casi siempre una idea personal, y por eso necesito que ustedes me conozcan antes de entrar en tarea para que no me tomen nunca completamente en serio. Ni completamente en serio ni completamente en broma» (Julio Camba, ABC, 8 de octubre de 1913).
martes, 7 de marzo de 2006
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