lunes, 10 de abril de 2006

Porque tú pagas

EXPANSIÓN 10/04/06

CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN

Porque tú pagas
Una reciente -y previsiblemente efímera- consigna del Ayuntamiento de Madrid contra la prostitución fue: "Porque tú pagas". Como si no existiese todo por­que pagamos.Esto revela la propensión intervencionista, que en el caso de la prostitución lleva siglos de infructuosa hosti­lidad. Más que combatir males, se trata de justificar la coacción, algo siempre tentador para los intervencio­nistas de izquierdas y derechas, en este caso, como en casi todos, virtualmente indistinguibles. Véase, por ejemplo, la opinión de Ana Botella, que, a propósito de las prostitutas, lagrimeó igual que cualquier socialista hablando de "esclavitud", como si todas las prostitutas ejercieran su profesión a la fuerza. Cabe también apun­tar la incómoda reacción de la modernidad, que gene­ralmente atribuyó la prostitución a la represión de la sexualidad, que sería superada por el progresismo. Pe­ro llegó el progresismo, llegó la liberación sexual, y no se marcharon las prostitutas. De ahí que arrecie la co­rrección política con el disparate de catalogarlas sólo como "víctimas", en el usual reduccionismo que atri­buye ese padecimiento a los trabajadores, las amas de casa, y a cualquiera que a su juicio demande la abnega­da intervención pública. La campaña es siniestra, por­que la persecución al cliente no sólo no dará resultados sino que podrá empeorar las cosas, como ha sucedido en Suecia, fomentando la clandestinidad y la inseguri­dad. Sin duda, tiene fundamento el escrúpulo moral contra la prostitución, pero lo que resulta innegable, como subraya Francisco Capella (www.intelib.com) es que dicha actividad es realizada por mucha gente "sin agredir a nadie y produciendo beneficios para todas las partes directamente involucradas". Y añade: "si se quiere eliminar la prostitución que se ejerce con vio­lencia, no parece muy acertado utilizar más violencia institucional para prohibir la prostitución voluntaria que se ejerce sin violencia". Además, nadie pregunta nada a las propias interesadas. Una de ellas, tan inco­rrecta como luminosa, resumió: "No se respeta nuestra decisión de ejercer la prostitución". En este asunto pro­liferan prejuicios pero no reflexiones. Y hay problemas muy interesantes. Por ejemplo: ¿Por qué se sanciona la prostitución más que la pornografía? Otros asuntos: quizá es mejor que las prostitutas sean autónomas y no asalariadas; quizá la regulación convierta la demanda de prostitución en algo menos sancionado moralmen­te; quizá regularizar a las prostitutas constituya un agravio comparativo con respecto a otras inmigrantes que realizan tareas moralmente nada cuestionables, como las empleadas en el servicio doméstico.

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