EXPANSIÓN 18/04/06
JOSÉ JUAN FRANCH
El idolatramiento de las mayorías
Es de gran actualidad en el mundo de hoy -y especialmente en España- esa crítica reiterada de Hayek -premio Nobel de Economía en 1974- a los colectivismos, a las frías abstracciones y, en fin, a los cálculos con variables agregadas. "Contribuyó a que se llegara a este resultado la generalizada aceptación del supuesto infundado según el cual las gentes pueden actuar colectivamente. A mudo de fábula ingenua fue adquiriendo popularidad la idea de que "el pueblo es capaz de actuar".
Se debe llamar la atención sobre el peligro del colectivismo, así como el de dotar de antropomorfismo a las abstracciones y a los grupos. Se puede decir que las empresas, grupos, Estados, instituciones, colectivos, razas, etcétera -en algún sentido bastante cierto-, no existen, porque lo que existen son las personas originales que en el nivel institucional pueden o no coordinarse. Y así, Hayek juzgaba el enfoque metodológico de Keynes basado en la utilización y en el idolatramiento de los agregados, como la contribución o aportación más peligrosa de éste, ya que estas variables agregadas enmascaran las variaciones de los precios relativos impidiendo que éstos ejerzan su función informativa y coordinadora para los distintos agentes económicos.
Bhöm Bawerk también resaltaba la importancia de lo micro sobre lo macro ya que, a fin de cuentas, éste depende de siempre de aquél: "Debemos insistir en el análisis del microcosmos sí realmente queremos comprender el macrocosmos de la economía desarrollada. Tal es el momento crucial alcanzado en toda época por todas las ciencias. Se empezó siempre interesándose por los fenómenos macroscópicos y excepcionales, apartando mientras tanto la mirada de la realidad microscópica y cotidiana. Pero luego llega un momento en el que se percibe con sorpresa que en los elementos más microscópicos y aparentemente más simples se reproducen de un modo aún más extraordinario las complejidades y los enigmas del macrocosmos, y se llega a la convicción de que la clave para comprender los fenómenos macroscópicos debe pasar por el estudio de la realidad microscópica." Ese dotar de personalidad propia a los colectivos y, en concreto, al colectivo del pueblo, unido a la toma de decisiones por las mayorías -decisiones que pueden ser cada vez sobre materias más amplias- conlleva una serie de peligros que se deben poner de manifiesto. Peligros que precisamente eran consecuencia de aquel olvidarse de la sumisión -también por parte de los gobernantes y de los legisladores- a la justicia de las normas de recto comportamiento. Así dice también Hayek: "La idea de que la decisión de la mayoría sobre el modo de abordar determinadas materias concretas justifica suficientemente la justicia de las mismas da lugar a la aceptación del hoy generalizado supuesto según el cual la mayoría en ningún caso puede incurrir en arbitrariedad".
Lo colectivo 'versus' lo individual
En ese antropomorfismo del colectivo, la voluntad del pueblo significa, en realidad, la voluntad de la porción más numerosa y activa del pueblo, de la mayoría, o de aquellos que consiguieron hacerse aceptar como tal mayoría partidaria Si se idolatra el colectivo del pueblo y se idolatra, a su vez, la decisión de la mayoría -en aquella teórica división de poderes- sobre cualquier aspecto de la vida de los ciudadanos, dejando que ese poder del partido mayoritario sea ilimitado, el pueblo puede desear oprimir a una parte de sí mismo, y contra él son tan útiles las precauciones como contra cualquier otro abuso del poder. Si nuestros maestros juristas pioneros del Derecho Internacional plantearon como prioritario el Gobierno de cada uno por sí mismo, si no se ponen límites a las mayorías, se puede acabar en el Gobierno de cada uno por el aplastante oligopolio estresante de la soberbia mayoritaria. Debido a la expansión de los medios de comunicación, esa posible tiranía puede penetrar hoy en día mucho más a fondo en los detalles de la vida, llegando incluso a oscurecer y deformar aquellos principios generales de la ley natural forzando la conciencia individual. No basta, pues, con una simple protección teórica legal sino que se requiere, además, protección contra la tiranía de las opiniones y pasiones dominantes y contra la tendencia de la sociedad -endiosando la regla mayoritaria- a imponer como reglas de conducta sus ideas y costumbres a los que difieren de ellas. Se puede caer en la tentación de obstruir el desarrollo e impedir, en lo posible, la formación de individualidades diferentes, moldeando los caracteres personales con el troquel colectivo ideológico de aquella mayoría. De la mano de Hayek vemos cómo cobran relieve en nuestras sociedades modernas democráticas -España incluida- aquella doctrina de la limitación del poder del Príncipe que es aplicable a la limitación del Gobierno y de los poderes públicos, al objeto de que no se desboque el mandato democrático de las mayorías coartando las libertades individuales fundamentales.
martes, 18 de abril de 2006
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