domingo, 2 de abril de 2006

CADÁVERES EXQUISITOS

ABC 02/004/06

ÁLVARO DELGADO-GAL

CADÁVERES EXQUISITOS
Los surrealistas inventaron un método de escritura aleatoria que se conoce como «cadáver exquisito». Breton y sus amigos se juntaban en grupos, e iban ensartando palabras en un jirón de papel hasta completar una frase. Nadie sabía lo que habían puesto los otros, y salía al cabo cualquier disparate, tal vez poético. El primer experimento remató en: «El cadáver- exquisito- beberá- el vino- nuevo». De ahí el nombre con que se ha perpetuado en los anales la remota travesura surrealista.Los cadáveres exquisitos son mercancía frecuente en el mundo de la política. Los pactos cambiantes, las conjeturas, y las ganas de madrugar al rival, dan lugar a acuerdos que nadie había previsto, o que entran en colisión con lo que se pretendía hacer al principio. Esto, bien mirado, es inevitable. Pero también peligroso, cuando se lleva la broma demasiado lejos. Zapatero ha subido dos o tres octavas el grado de azar que habitualmente afecta a la vida pública. En ocasiones, parece empeñado incluso en jugar a los cadáveres exquisitos consigo mismo. Acabamos de comprobarlo a propósito del Estatuto catalán. Primero lo propulsó con imprudencia notoria; luego lo sacó de la tumba; y por fin apuró el zigzagueo fabuloso con una permutación de alianzas improvisada sobre la marcha. El resultado ha sido un documento que altera la estructura de la Constitución, complica enormemente la gestión de los intereses generales, y sólo cuenta con el respaldo del 53 por ciento de los diputados en el Congreso. Como exquisitez cadavérica, no está mal. ¿Se repetirá el caso en el cuadrante vasco?
Temo que sí. El domingo pasado, en una entrevista concedida a «El País», el Presidente afirmó una serie de cosas bastante raras. Dijo que la idea de las dos mesas de diálogo, acuñada por el PNV y recogida por sectores del PSE, obedecía en su opinión a una «metodología» superada. Pero no la excluyó. Y tampoco excluyó la legalización de HB. Se restringió a manifestar su preferencia por la creación de un partido de nueva planta. Estas especulaciones sólo tienen sentido en el supuesto de que exista una voluntad de negociación política. Uno no se mete a hacer distingos y casuística fina, si no abriga el propósito de ponerse a hablar sobre determinados asuntos. Al tiempo, Zapatero reivindicó reiteradamente el Pacto Antiterrorista. Creo que se nos ha olvidado lo que significó ese pacto, de modo que quizá sea bueno recordar sus aspectos más destacados.
Son, en esencia, dos. En primer lugar, se trata de un acomodo entre el PP y el PSOE, no entre todos los partidos. En segundo lugar, el Pacto Antiterrorista enuncia explícitamente qué materias no son negociables con ETA. No es negociable el Estatuto de Guernica, y no es negociable la Constitución. La naturaleza bilateral del Pacto, y su precisión censoria, son complementarias entre sí, e incompatibles con la moción congresual del 2005. La última, en efecto, se pronunciaba de manera equívoca sobre la intervención de la política en un presunto proceso de paz. Además, llevaba la firma, entre otros, de ERC, CiU, BNG y PNV, favorables todos ellos a la reforma estatutaria o constitucional. Ni que decir tiene, la moción no iba acompañada de las bendiciones del PP. Asumir el Pacto Antiterrorista implica en consecuencia, no sólo la renuncia taxativa a intercambiar con ETA los cromos que ésta ha desplegado en abanico, sino una rectificación radical de los equilibrios y compadrazgos que todavía mantiene al Gobierno en el poder.
Son demasiadas novedades en un tiempo excesivamente corto. Demasiadas, para tomárselas en serio. El miércoles, Zapatero recibió a Rajoy. Pegaron la hebra sobre esto y lo de más allá, pero el jefe de la oposición no pudo decir, concluido el encuentro, que se había rehabilitado la alianza del 2000. Triste, sí, aunque perfectamente comprensible. ¿Fin de la historia? No. El jueves, en Telecinco, el Presidente anunció de nuevo una muy probable convocatoria del Pacto, si las cosas no se torcían. Y en contradicción manifiesta con lo que había declarado el domingo, aseveró que sería estupendo que HB volviera al Parlamento de Vitoria.
¿Conclusión? Quizá Zapatero tenga un plan guardado en el bolsillo. Pero no nos lo cuenta. O nos cuenta planes inconsistentes entre sí, lo que no nos deja mucho mejor que antes. También es posible, y menos complicado como hipótesis, que el Presidente no se esté moviendo a impulsos de un plan sino de un instinto, o si se quiere, de un tropismo político. Si la hipótesis es correcta, cabe aventurar dos cosas. La primera, es que el avenimiento con el PP durará poco. La oposición ha dicho con claridad que no quiere salirse de la fórmula convenida en el 2000. Sería contrario a la estadística que el Presidente no diera pronto un bandazo y añadiera guarismos inesperados a esa fórmula. A partir de ese momento, adiós muy buenas.
En segundo lugar, ETA no se irá con las manos vacías. Persigue fines, mientras que Zapatero busca éxitos Nadie está en grado de anticipar qué cadáver exquisito saldrá a flote tras el pulso que se ha iniciado entre la banda y el inquilino voluble de La Moncloa.

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