EXPANSION 06/04/06
Florentino Portero
Más a más
Hace un par de años, el presidente Zapatero hizo su primer viaje oficial a América Latina y allí dejó bien claro que la diplomacia española no estaba para defender los intereses de nuestras empresas.De lo que se trataba era de afianzar vínculos entre formaciones políticas afines, comprometidas en la lucha contra el liberalismo y la globalización. A nadie le puede extrañar lo que ha ocurrido desde entonces, incluidas las desinversiones de aquellos que han podido retirarse. España ha dado alas a determinados gobiernos, no se ha inmutado ante la violación de las reglas del juego y ha confiado en exceso en la posibilidad de llegar a acuerdos entre amigos. Ni tienen el valor de defender nuestros intereses frente a las corrientes mayoritarias de la izquierda en la región, ni ganas de aparecer como amparadores del capital internacional.No quieren entender que las naciones tienen intereses que están por encima de los gustos o pareceres del partido en el Gobierno.Nuestras grandes empresas son mucho más que unas pocas y grandes familias que controlan paquetes accionariales de referencia.Son empresas que generan muchísimos puestos de trabajo y que cotizan en bolsa. Del rendimiento de sus acciones dependen tanto los fondos de pensiones como una buena parte del ahorro nacional.No se es más socialista por reír las gracias a un déspota americano, se puede ser más baboso o irresponsable, pero los intereses de los votantes socialistas están en la defensa de nuestras empresas.El nuevo socialismo representado por Zapatero va mucho más allá del doble rasero que practicaba González: se fumaba un puro con Castro y luego justificaba la disuasión nuclear en Washington o en Bonn. Ahora han decidido dar un paso adelante en su radicalismo provinciano y están dispuestos a jugar más a fondo la carta del antiliberalismo. Tanto Expansión como ABC, recogían ayer informaciones desalentadoras sobre el comportamiento de la economía española.A lo ya descrito se suma el caso Endesa y el trato general dado a las grandes empresas que se afincan entre nosotros. Dan lecciones de europeísmo mientras violan la normativa interna. Hablan de excelentes relaciones bilaterales cuando abandonan las estrategias de atracción de las empresas americanas. No sólo la inversión extranjera continúa disminuyendo. Ya los propios embajadores advierten sin tapujos de serios riesgos de retirada si continuamos por los mismos derroteros. Tanto Estados Unidos como Alemania se encuentran a disgusto y no lo ocultan. Es ingenuo pensar que se pueden hacer determinadas cosas sin pagar un alto precio por ello. Necesitamos una vuelta urgente a la profesionalidad en la conducción de nuestra política exterior, respetando y haciendo respetar las reglas del juego.
viernes, 7 de abril de 2006
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