sábado, 4 de noviembre de 2006

Paradojas acuáticas

ABC 04/11/06

CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN

Cuatro paradojas sobre el agua y su precio.
Primera paradoja: se volvió a hablar del agua como un problema urbano, cuando no lo es. La escasez hídrica de nuestro país no se debe a la tacañería de Dios nuestro Señor sino a un sistema político que prima la agricultura y el riego: por eso el 80% del agua consumida en España es consumida fuera de las ciudades.
Segunda paradoja: las protestas frente a la progresividad tarifaria en el agua resultaron llamativas porque los argumentos en contra fueron acertados por un lado, pero extrañamente asimétricos por otro. Fueron acertados porque penalizar progresivamente el consumo de agua es «injusto» al no discriminar entre las personas y los hogares. Pero fueron extraños porque los mismos que despotricaron contra la progresividad en la tarifa del agua aceptan la progresividad en la tarifa del IRPF. Las mismas razones para rechazar la una deberían valer para rechazar la otra.
Tercera paradoja: las autoridades razonan que desean ponerle precio al agua. Esto es interesante, porque si hubiera mercado y competencia, el precio no debería ser «puesto» porque ya estaría puesto, y eso bastaría para «desincentivar el abuso»: por eso rara vez abusamos de las cosas con precios de mercado. Pero además, si el agua debe tener precio, lo que me parece bien, ¿por qué no van a tenerlo la educación o la sanidad? Pero si todo tiene precio de mercado, lo que me parece bien, la política no tendría lugar en la economía, lo que me parece mejor, pero no creo que sea una idea popular.
Cuarta paradoja: se piensa que con medidas de racionamiento se resuelve la escasez. Toda la larga experiencia intervencionista sugiere lo contrario. Por ejemplo, aún hoy en Cuba hay cartillas de racionamiento, y la dictadura comunista ha agravado la escasez y la pobreza. Quizá no pensó en esto Rodríguez Zapatero, que aceptó una camiseta con los rostros de Castro y Guevara, un tirano y un terrorista. Sonreía, claro, pero eso no fue una paradoja sino apenas otro escalofrío.

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