viernes, 17 de noviembre de 2006

¿Ciudadanos de España?

La Gaceta de los Negocios 17/11/06

El problema de fondo es que el nacionalismo no es sólo un fenómeno localizado en algunas zonas de España
José Luis González Quirós

¿Ciudadanos de España?
LA política, nada pródiga en debates de fondo, nos plantea estos días una cuestión realmente interesante: ¿es extensible al resto de España el éxito, siempre relativo pero promisorio, de los Ciutadans en Cataluña? Mucho de lo que se ha dicho en estos días al respecto incurre en el defecto, difícil de evitar, de confundir lo que se desea con lo que hay y, en relación con la posibilidad de que prenda el ejemplo de Ciutadans, han menudeado las exageraciones temerosas por parte de los dos grandes partidos. Trataré de enfocar la cuestión sin ese tipo de prejuicio. En primer lugar hay que revisar un problema de fondo y una pretensión sin mucho fundamento.

El problema de fondo es que el nacionalismo no es sólo un fenómeno localizado en algunas zonas de España, sino que la ley electoral vigente convierte con enorme facilidad al nacionalismo (una opción por la que se inclinan, en su conjunto, menos del 10% de los españoles) en el ganador virtual de todas las elecciones.

Los nacionalistas suelen gozar de una posición central en el equilibrio de votos entre los grandes partidos y aprovechan a fondo esa circunstancia en beneficio de sus clientelas (y en perjuicio del resto de españoles que, pese a quedarse atónitos, tienen que hacer acopio de paciencia). Basta con recordar que la legislación electoral se estableció pensando en un sistema de cuatro partidos, dos grandes en el centro (UCD y PSOE) y dos a sus flancos (AP y PCE). Dada la desaparición de los partidos “escolta”, el sistema favorece sistemáticamente el valor político del escaso voto nacionalista.

Esta situación sólo podría arreglarse con una modificación del sistema electoral que exigiría el acuerdo de los dos grandes partidos, el PP y el PSOE, una reforma que, con Zapatero en el poder, es prácticamente impensable por conveniente que fuese para el conjunto de los españoles.

Lo interesante del fenómeno Ciutadans, que se rebela contra el nacionalismo obligatorio y contra las hipotecas que nos impone, es que ha roto una presunción muy arraigada pero que se ha comprobado falsa, a saber, la supuesta inamovilidad del sistema de partidos. Con una democracia que no ha cumplido los cuarenta, suponer que el sistema de partidos, con todas sus deficiencias y sus corruptelas, era ya inmutable constituía condena difícil de soportar y la irrupción de Ciutadans nos ha dado un respiro.

¿Quiere esto decir que la extensión de Ciutadans al resto de España va a ser fácil y deseable? Ni lo uno ni lo otro. Fácil no va a ser, deseable, depende. Si los grandes partidos aprendiesen la lección, Ciutadans lo tendría muy difícil, pero los grandes partidos son fuertemente reacios a las lecciones porque viven, sobre todo, de las ventajas del tamaño, no de las de la sutileza.

Para hablar de la deseabilidad habría que plantearse otra cuestión: ¿hay espacio ideológico para un partido como podría ser Ciudadanos de España? Para empezar, mi opinión es favorable, porque creo que, sobre todo en la izquierda del espectro, hay mucho hueco mal cubierto por el Partido Socialista que, a mi entender, sería el gran perjudicado de una irrupción exitosa de Ciudadanos en toda España. El Partido Popular también podría perder, pero tiene arreglo más fácil, si pierde ciertos miedos y tics adaptativos y hace bien sus deberes.

En realidad todo dependería del perfil definitivo que adoptase la nueva fuerza, cosa que no es fácil de saber y que va a depender, entre otras cosas, de lo que acaben haciendo en el Parlamento de Cataluña.

Lo que no cabe negar es que una nueva oferta política obligaría a los dos grandes partidos a definir mejor sus contornos, que el Partido Popular, por ejemplo, debería dejar de ser un partido disonante en algunas de las cuestiones que Ciudadanos podría hacer centrales, tales como el papel público de la religión, o que el PSOE tendría que dejar de hacer sus famosos apaños entre los intereses de sus amigos millonarios y los parias de la tierra. En fin, que el panorama podría ser más complejo pero más razonable y que, si el quicio que ocupan los nacionalistas fuese ocupado por Ciudadanos, tendríamos que hacerles unos cuantos monumentos.

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