lunes, 6 de noviembre de 2006

Milenaristas interesados

La Gaceta de los Negocios 06/11/06

José Miguel Serrano
"No es sencillo explicar la diferencia entre un cambio de efecto desconocido y uno de influencia humana"

Milenaristas interesados
EL mito es de sobra conocido. La Tierra, madre o madrastra, se cansa de los hombres y en determinado momento los destruye o se destruye, que viene a ser lo mismo. Luego se iniciará otra época, dando lugar a una sucesión de mundos o nos invadirá el vacío estelar, es decir, la nada.En nuestra civilización cada quinientos o mil años el mito resurge, pues en estas cosas somos recurrentes. En el año mil el mito fue cristiano, tras las pestes la cosa pasó al carpe diem, pues ya que se acaba, al menos disfrutemos del momento. Luego les dió por la era del Espíritu Santo e incluso otro, Savonarola, lo adornó haciendo al rey de Francia liberador, que hay que tener humor para hacer semejante cosa a un rey francés.Era previsible que en el dos mil les diera por lo ecológico. Hacia los ochenta descubrieron el cambio climático que dejo de ser enfriamiento, la primera ocurrencia, para ser calentamiento global. Es peculiar este proceso que empieza en una dirección y sin apearse del burro sigue en la opuesta. Lo que permanece es la premisa, el clima cambia por la acción del hombre y vamos a la catástrofe.Salvo error por mi parte, no parece existir una explicación científica generalmente admitida de los anteriores cambios climáticos. A no ser que el clima se aterrorizase con los bárbaros, no se explica la pequeña edad de hielo, ni el posterior calentamientos, salvo que fuese un efecto caballeresco, algo poco científico pero que hubiera encantado a Chesterton. En consecuencia, no es sencillo explicar la diferencia entre un cambio de efecto desconocido y un cambio de influencia humana.Sea como fuere, si la tierra se acaba podríamos inclinarnos hacia la juerga perpetua para alegría del mundo del espectáculo; en otro sentido, nos podría dar por la conversión milenarista pero no parece que los religiosos contemporáneos estén por la labor. Otra opción era un cambio completo de vida, todos al bosque sin calefacción, la cosa se ha manejado en los círculos de iniciados, junto a una reducción de la población humana a un tercio, pero el mensaje suena radical y no parece que convenza a la mayoría.La alternativa que se ha planteado suena demasiado a los viejos milenarismos: por un lado, se recomiendan una serie de gestos que puede realizar cualquiera y que salva su responsabilidad en el cambio climático, por otro, se nombran unos administradores de la salvación del proceso destructivo, que coinciden exactamente con quienes lo anuncian.Ahí tenemos a nuestros conscientes ciudadanos con las bolsas de basura de colores. No deja de ser genial esto de parar el cambio climático con bolsas de colores. Por otra parte, tenemos calentada la red con mensajes catastrofistas. De ser ciertos los mismos, el proceso lo aceleramos en la protesta pues hay que ver la cantidad de energía eléctrica que estamos gastando en la concienciación. Quien sabe, si en la próxima cumbre fueran con barcos de vela y carromatos quizás nos dieran unos minutos de supervivencia a los inconscientes.Hasta el momento, el asunto se esta resolviendo con dinero para los alarmistas. Dinero para las agencias gubernamentales, dinero para molinos, dinero para las asociaciones de milenaristas, e incluso subidas en el agua, pues los más espabilados como Narbona nos la van a subir por causa del mencionado mito.Con cierta envidia, confieso que el mejor ha sido Tony Blair. Tiene a la Nación sublevada con la política exterior, al ejercito en protesta por la falta de estrategia adecuada en Irak y Afganistan, al partido tan rebelde que se lo han cargado, las expectativas de voto laborista por los suelos, pero el se ha dado cuenta de repente de que todo eso son minucias comparadas con la catástrofe que se avecina. Si no entiendo mal, el mensaje es que aunque el Gobierno pueda fallar en política exterior, a juicio de muchos, en gestión de la emigración o en cualquier cosa habitual de los gobiernos; su principal función es controlar el clima y en eso debe recibir un voto de confianza. Se abren las apuestas para ver cuando Zapatero, una vez que se le acabe el mito del proceso, se agarra a este con el entusiasmo que le caracteriza.

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