ABC 30/1006
Por ROSA DÍEZ
Querido Juan Carlos:
El aprecio y el respeto que te tengo me llevan a contestar a la carta abierta que me dirigiste desde estas páginas el pasado viernes día 27. Yo también sé que tú nunca vas a dejar de ser socialista ni quiero que dejes de serlo. Tu voz es muy importante para nosotros. Y sabes que lamenté de veras tu decisión de no volver a ser candidato a la Presidencia de la Junta de Extremadura. Guardo con mucho afecto los e-mails que nos cruzamos, en los que pudimos apreciar el alto grado de coincidencia en nuestros análisis sobre la situación política que vivimos.
Vayamos por partes. Tú sabes mejor que nadie que no necesito escuchar lo que dicen Zaplana o Acebes sobre el tema que nos ocupa. Cuando la inmensa mayoría de los españoles aún no conocíamos a estos ciudadanos yo ya tenía un criterio bien formado al respecto. Hemos hablado demasiadas veces del asunto, hace ya muchos años, como para que se te haya podido olvidar. Y también sabes que las posiciones que hoy defiendo en materia de lucha contra el terrorismo son las que he defendido toda mi vida. Por pensar lo que pienso y decirlo alto y claro me puso el Partido Socialista en sus listas. Tú me propusiste el primero. Y los artículos recopilados en el libro «Porque tengo Hijos» dan fe de mi coherencia en esta materia durante los últimos 12 años. Otros han cambiado; yo no.
Desde el respeto y el cariño que sabes que te tengo, quiero puntualizar algunas cuestiones que planteas. En primer lugar me llama la atención que construyas tus críticas y tus conclusiones sobre una supuesta desconfianza en las intenciones del presidente Zapatero o del PSOE. Yo nunca juzgo las intenciones -supongo las mejores-, sino que analizo los hechos. Cualquiera que siga mi actividad política lo sabe.
Juan Carlos, yo me pronuncio sobre hechos, no sobre intenciones. Critico con argumentos las decisiones políticas que no comparto. Sobre todo si pienso que las consecuencias de aplicar esas políticas serán las contrarias a los objetivos que se pretenden. Hablo siempre de hechos, nunca de intenciones. Hablo desde la razón política, no desde la fe.
Vayamos a ejemplos concretos. Critiqué la decisión de Zapatero de avalar la entrevista de Patxi López con Batasuna mientras ésta siguiera siendo una organización terrorista; dije que las consecuencias de esa reunión serían que Batasuna-ETA se sentiría más fuerte, más legitimada, con más capacidad para seguir presionando al Estado de Derecho. Y que Batasuna se sentiría legalizada de facto. Como así ha sido. Y dije que al avalar esa reunión el Presidente y el PSOE se desdecían de todos los compromisos adquiridos previamente ante los ciudadanos de no sentarse a hablar con Batasuna mientras ésta siguiera siendo una organización terrorista. Y así es. Critiqué el hecho, no la intención.
Critico la decisión del PSOE de apoyar la creación de una mesa de partidos extraparlamentaria para abordar en ella las cuestiones que debieran ser discutidas en el foro que representa democráticamente a los ciudadanos. La creación de esa mesa extraparlamentaria supondrá el cumplimiento de un objetivo histórico de ETA que nunca ha reconocido la legitimidad de la democracia española y por tanto de ninguna de las instituciones que de ella dimanan. Si rechazo la constitución de esa mesa y critico la decisión de nuestro partido de aceptarla es porque considero que las consecuencias de esa decisión serán negativas para la democracia .y darán una victoria política a ETA. No prejuzgo la intención de José Luis Rodríguez Zapatero; juzgo los hechos y valoro lo que a mi juicio serán las consecuencias. Y me pronuncio en contra. Como verás, hechos, no intenciones.
Cuando critico la decisión de llevar a Estrasburgo el debate sobre «el proceso de paz en España» lo hago porque creo que es un enorme error político que ese tema se debata en un Parlamento que no tiene competencias de control sobre el Ejecutivo. Y mucho más hacerlo sin consenso previo entre los dos grandes partidos políticos españoles. Otras veces se ha hablado de ETA en Estrasburgo. Pero siempre de común acuerdo. Y siempre para pedir ayuda para derrotarla. Siempre pensé que no compensaba asumir el riesgo de dividir la Cámara y de que se volvieran a escuchar en el Parlamento Europeo los discursos sobre el «conflicto político» sólo para conseguir un apoyo testimonial que nuestro Gobierno no necesita. Pero el terrorismo vive de lo simbólico; y para ellos ese debate supuso un reconocimiento simbólico como «agentes» del proceso. Critico la decisión y valoro las consecuencias. Hechos, no intenciones.
Me dices, querido Juan Carlos, que debo entregar mi acta de diputada. Más allá de que hayas basado tu conclusión en imputaciones incorrectas sobre mi actitud política, quiero explicarte cómo considero que debe ser la relación de un cargo electo con los ciudadanos. Aunque me parecen principios elementales de la democracia quizá haya quien no lo perciba de esta manera. Verás, yo creo que los partidos políticos son instrumentos al servicio de la sociedad. Creo que los partidos políticos no son propiedad de sus dirigentes, ni siquiera de sus afiliados. Las listas que elaboran serían papel mojado si no las validaran los ciudadanos con sus votos.
En la Comisión Ejecutiva te pone el Secretario General. En las listas electorales te pone el Partido. Pero en el cargo público te ponen los electores, los ciudadanos. Los ciudadanos no nos dan un cheque en blanco, para que hagamos lo que queramos cuando ya hayamos sido elegidos. Los ciudadanos nos votan en función del compromiso que adquirimos con ellos, de lo que les prometemos que vamos ha hacer con su voto. Tú sabes que yo defiendo ahora todo aquello que me comprometí a defender cuando me presenté a las elecciones. Pedí el voto para hacer exactamente lo que estoy haciendo. Exactamente esto. Diré más: lo que yo defiendo es la ortodoxia de nuestro programa electoral. Otros han cambiado; yo no.
Tú, querido Juan Carlos, estás en la CEF porque te puso José Luis Rodríguez Zapatero; pero eres Presidente de Extremadura porque te votaron los extremeños. Yo estoy en el Parlamento porque el PSOE me puso en sus listas; pero soy Diputada porque me votaron unos cuantos millones de españoles. Si el PSOE no está conforme con mi trabajo lo que puede hacer es no volverme a poner en las listas. Pero mientras tanto tengo un mandato ciudadano -no imperativo, según la Constitución-, y me debo a él. Me gustaría no tener que elegir nunca entre ser disciplinada con la dirección del partido o coherente con mi compromiso ante los ciudadanos. Pero si tengo que elegir siempre elegiré obrar en conciencia y cumplir el compromiso adquirido con los electores. Creo que los cargos públicos nos debemos a ellos.
Y para finalizar, permíteme que te haga, desde el mayor de los respetos, una apreciación sobre tus palabras respecto a Pilar Ruiz y Maite Pagazaurtundúa. Sé que tu cariño hacia ellas es sincero, y que tu respeto personal también lo es. Pero verás, Juan Carlos, no se trata de que esas dos mujeres hayan sufrido mucho y por tanto puedan decir lo que dicen y más. No es cariño lo que demandan con sus palabras. No es compasión lo que piden: es Justicia. Justicia, que no venganza. Son mujeres que han sufrido, sí. Pero sus juicios son políticos. Analizan los hechos, extraen conclusiones, critican lo que no les gusta, advierten sobre las consecuencias políticas de determinadas decisiones que se están tomando. Cuando Pilar se presentó ante el hotel en el que se reunían Otegi y López no era una madre llorosa y desesperada. Era una ciudadana digna que ejercía como tal; y que como ciudadana reclamaba justicia y decencia política. Y verdad. Son ciudadanas, Juan Carlos, no tienen suspendidos sus derechos, el terror no las ha convertido en minusválidas políticas.
Bueno, pues acabo. Sabes que siempre he procurado que en mi trabajo político existiera la menor distancia entre lo principios que se defienden en privado y las actitudes y los discursos que se hacen en público. El PSOE es mi partido desde que tengo uso de razón. Y creo que el mejor servicio que se le puede hacer a sus siglas y a su historia es defender con coherencia, honradez y firmeza los compromisos que asumimos cuando pedimos a los ciudadanos que nos otorguen su confianza. Siempre pensé que sobre esta cuestión también estábamos de acuerdo.
Un fuerte abrazo.
lunes, 30 de octubre de 2006
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