ABC 29/06/06
POR JOSÉ MARÍA LASALLE, Diputado y Secretario de Estudios del PP
Es la libertad, sólo eso
«LA primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira». Eso decía Jean-François Revel, y algo parecido empieza a pasar en la España que gobierna Zapatero. Por eso respondo a la tribuna publicada por José Andrés Torres Mora bajo el vocinglero -y populista- título de: «¡Es la democracia, liberal!» (ABC, 23 de junio). Porque me desagrada ver cómo en mi país se vuelve a utilizar el estilo de la cultura política que cayó con el Muro y que todavía impera en algunas partes del trópico caribeño. Mi formación intelectual es europea y liberal. Estoy sin complejos en el Partido Popular, no tengo que subir la voz para demostrar que soy demócrata, trabajo en el proyecto centrista que dirige Mariano Rajoy y puedo decir a José Andrés Torres Mora, miembro de la Ejecutiva del PSOE, que ha manipulado conscientemente mis palabras con el disimulo que caracteriza a su líder. Es más, ha enmendado lo que Aristóteles decía de su maestro Platón y ha demostrado públicamente que el militante socialista sigue siendo fiel escudero del amigo que tiene en su jefe de filas. Se ve que el runrún disciplinario de Ferraz está muy activo y que aumenta la nómina de los damnificados por el conocido «talante» del secretario general del PSOE.
Como diría Isaiah Berlin, entiendo a Torres Mora, aunque no apruebo lo que hace. Su tribuna está escrita por persona interpuesta, y se nota. Exhibe el drama de un partido atrapado dentro de un campo de reeducación cuyo perímetro lo marcan las obsesiones políticamente inconfesables de un Zapatero que sostiene su liderazgo a fuerza de «baraka» y cintura. Esto me confirma que los populares debemos seguir manteniendo una firme beligerancia liberal frente al «momento maquiavélico» que ha hecho que personas inteligentes y equilibradas como el profesor Torres Mora incurran en la manipulación de la verdad, citando sin ajustarse a la literalidad o deformando los argumentos del adversario para atribuir lo que no se ha dicho. Me parece lamentable esta estrategia. Sobre todo porque omite un dato significativo. Mi tribuna del 14 de junio fue escrita apelando a un ejercicio crítico, responsable y sensato de la libertad: un «momento liberal» en medio de las difamaciones y agresiones físicas que sufríamos los populares durante la campaña del referéndum del Estatuto catalán. El militante que es Torres Mora consideró este hecho irrelevante. Quizá porque el PSOE sigue sin mostrar la decencia democrática y liberal de condenar la violencia y el linchamiento moral padecido por los populares desde el «Prestige», la guerra de Irak y los asedios a nuestras sedes durante la ominosa jornada de reflexión del 13 de marzo de 2004. Ya se sabe que, para la izquierda que defiende Torres Mora, la democracia es una cuestión de «cantidades» y no de «calidades» institucionales y procedimentales. Claro que así se explican muchas cosas. Por ejemplo, que se dañe la dignidad del Estado de Derecho manipulando el sentimiento de paz de los españoles; que se vulnere el concepto de Nación liberal-igualitaria de nuestra Constitución y se sustituya por otro confederal basado en derechos históricos premodernos y anti-ilustrados; que se revise la historia desde el poder mediante un uso dirigista del pasado; que se pongan en marcha políticas laicistas que lesionan la libertad de conciencia; que se pasen por alto detenciones ilegales o, en fin, que se vulneren las normas de competencia para arropar operaciones empresariales afines. Precisamente, estas vulneraciones de la «calidad» liberal de las políticas democráticas son las que chocan con la España real y las que crean tensiones sociales y políticas. Algo que el diputado Torres Mora no entiende. Tendría que asumir antes que la libertad consiste, según Ortega, en existir desde un fondo personalísimo, no en que se ponga sin más una papeleta de voto en la mano de alguien.
Nada tengo que decir a las críticas que dedica a mi reflexión sobre los traumas que están detrás de la izquierda española que aupó a Zapatero al frente del PSOE. Me atengo a lo dicho. Tampoco voy a responder las palabras que dedica a la trayectoria política de un partido, el Popular, que vino al mundo con la democracia y la Transición. Aquí tan sólo le pediría un favor: que cuando dispare la munición de siempre, por favor, no olvide que somos muchos los que, estando en el PP, provenimos, también, de familias republicanas que asumieron, con Julián Marías, que la Guerra Civil fue un punto y aparte que concluyó con la victoria de los injustamente vencedores y la derrota de los justamente vencidos. Por mi parte no tengo nada más que decir. Termino apelando a quien habla por boca de mi amigo Torres Mora. Le pido que revisite su propia memoria y que haga un repaso de la trayectoria intelectual del PSOE a partir de los hechos, no de las obsesiones. Tener más de un siglo de historia detrás complica la nitidez científica de los contornos de un partido que nació republicano cuando todavía vivía Marx y que tardó mucho tiempo en comprometerse plenamente con los valores de la sociedad abierta, tanto que hubo que esperar hasta después de la Transición y el referéndum de la OTAN. Tratar de superar el legado modernizador de la izquierda española que lideró Felipe González es una hazaña demasiado grande para algunos, incluso después de ganar democráticamente en el difícil e inesperado tramo final de las elecciones del 14 de marzo.
jueves, 29 de junio de 2006
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