lunes, 12 de junio de 2006

Algo habrá que darles

El País 12/06/06

MAITE PAGAZAURTUNDUA RUIZ

Algo habrá que darles
En el diccionario de la RALE, la voz "pragmatismo" señala que se trata del "método filosófico según el cual el único criterio válido para juzgar de la verdad de toda doctrina científica, moral o religiosa se ha de fundar en sus efectos prácticos". Detrás de la expresión "doctrina científica, moral o religiosa" de la definición anterior podríamos añadir el adjetivo "política" a los efectos de este artículo. Este diccionario también identifica como pragmatismo la "propensión a adaptarse a las condiciones reales".
¿Cuál es el efecto práctico que buscamos con respecto a ETA y Batasuna? Hay distintas posibilidades; por tanto, permítanme que señale algunas de las que podrían ser más comunes: a) Que dejen de matar. b) Que dejen de matar y que los principios democráticos borren todo resto de autoritarismo en la sociedad vasca incluso durante su final. c) Que dejen de matar, que se borre todo resto de autoritarismo en la sociedad vasca incluso durante su final y dos huevos duros: que no se equipare a las víctimas y a los verdugos. Porque hemos tenido que escuchar a un obispo vasco nacionalista afirmar que víctimas y verdugos son ambas víctimas, aunque de distinta manera. La primera cuestión que debemos determinar con claridad meridiana es cuál es el efecto práctico que buscamos o con el que nos conformamos. No lo hemos hecho suficientemente y hablamos de cosas distintas, unos y otros, me parece.
La filosofía del "algo habrá que darles" a los etarras, miembros de Batasuna y nacionalistas en general corresponde al aliento pragmático de un número importante de ciudadanos y al primer objetivo, que dejen de matar. De sus palabras y coletillas se desprende que, aunque no olvidan que los etarras encarcelados merecen cumplir sus condenas hasta el final y los de Batasuna merecen el descrédito social durante largo tiempo por el horror inferido, finalmente algo habrá que darles para que dejen de matar y, si no condenan los asesinatos cometidos y el miedo y la tortura que han supuesto para tanta gente, habría que buscar fórmulas en que se encuentren cómodos. Los pragmáticos desean tan intensamente que no se frustre esta tregua que nos animan a "no hacer caso de las palabras (de Batasuna y ETA, se entiende), sino de los hechos" (que no están matando). Considero que lo que se pretende es alargar los días sin muertos para que finalmente los de ETA no puedan dar marcha atrás; pero, claro, los estrategas del mundo de Batasuna y ETA también saben esto y cuentan con ello para no dejarse capturar por la administración de los tiempos del gobierno. De hecho, de momento, más bien parecen ir ganando los de Batasuna y ETA en ello, en la administración de los tiempos, muy especialmente si atendemos a lo que señalan hoy sus analistas afines con datos, muchos datos.
Permítanme una digresión. Estamos al inicio de un nuevo Campeonato Mundial de fútbol y España no lo ha ganado nunca, pese a contar con una liga de altísimo nivel. Mi marido dice que es comparable a las ligas italiana e inglesa. Mis escoltas dicen que es incluso mejor. Por los comentarios que les oigo durante estos días, no parece que ninguno de ellos apueste por que la Selección Española vaya a conseguir ganar el Mundial. Es, pues, un objetivo casi épico. Imaginemos que podemos llegar a ganar el Mundial de fútbol, metiendo un gol con la mano, sin que nos vea el árbitro o, al menos, no en el momento de dar por bueno el gol. Aunque me quede en minoría digo: así no. Y no se trata de que esté en contra de que España gane el Mundial.
No habría utilizado el ejemplo anterior si no me pareciese detectar la existencia de derivas y fugas más o menos claras hacia el infantilismo psíquico en la actual estructura de la opinión pública española. Como reproduciendo una gran batalla que no atiende a hechos, sino a siglas de forma ciega, y a mantras cerrados, más que a argumentos, y una cierta tendencia que de seguir así puede llegar al delirio colectivo, entendido todo ello en los términos en que lo expresó Sigmund Freud en 1930 en "el malestar en la cultura" cuando se refería al fundamentalismo religioso, aunque lo denominaba religión a secas. Estaba, en realidad, definiendo los rasgos del forofismo, del sectarismo, de nuestro más genuino espíritu cainita.
Hay muchos pragmáticos que dicen que la transición se cerró con la desmemoria y que las viudas de los represaliados de la guerra civil ni hablaron mientras se fraguaba la Constitución del año 78, ni tuvieron voz durante la larguísima dictadura. Hablan del olvido necesario. Este, por ejemplo, es un mantra. Y la apelación a la amnesia surte el efecto placebo sobre algunas conciencias. Pero, claro, el nacionalcatolicismo fue derrotado como ideología, así que no podemos hablar de la existencia de ningún tipo de impunidad ideológica. Algunos heredamos en la familia la conciencia de que no debía pasar nunca más eso de no tener ni voz, ni libertad. En nuestra casa prevaleció la memoria del abuelo socialista, encarcelado y represaliado en la posguerra, y eso que también nos narraron las historias de los pragmáticos que estuvieron todo lo a bien que se podía con el régimen franquista mientras duró y sólo en sus estertores redescubrieron sus ideales políticos, el euskera para sus hijos... Con Franco se trataba de que faltaba la libertad. Con ETA se trata de lo mismo, de que amenazan con el asesinato para obligarnos a soluciones nacionalistas para el País Vasco. No es un secreto que pertenezco a la corriente de ciudadanos que se identifican con lo que ha dado en calificarse como partidarios de la "firmeza democrática" para derrotar a ETA. Yo, sin reservas, me apunto al objetivo c) del primer párrafo. Sé que es más difícil a corto plazo, pero me parece que contiene menos riesgos a medio plazo para preservar la calidad democrática de nuestro sistema político. Y sobre todo, consuela más a muchas víctimas y conforta más a los que más han aguantado el tipo por conseguir libertad para todos. No apacigua a los intolerantes. Eso es también así. Me parece un riesgo que debemos asumir. Es un riesgo.
En el asunto de que hablamos no todo es blanco o negro, por supuesto. Pero tenemos que elegir la información que nos parece relevante y, en mi opinión, lo primero que debemos tener en cuenta es que ETA no ha entregado las armas y que ha declarado una tregua condicionada y reversible. Por eso, muchas víctimas están tan susceptibles, con las heridas tan abiertas. Se les están deshaciendo sus sueños entre los dedos y Batasuna, con su chulería, les echa sal en las heridas, cada día. Dos generaciones de víctimas de ETA han soñado con derrotarlos y consideran que Batasuna no debe ser exonerada ahora de su responsabilidad en el horror por la puerta de atrás. La decisión de ser recibidos por los socialistas vascos sin haber renunciado a ese pasado -con la advertencia de que en caso contrario todo saltaría por los aires- es una conquista objetiva de Batasuna y no es una cuestión menor en mi humilde opinión. Hay muchas víctimas de ETA que temen que los de Batasuna terminen por ser aceptados con su teoría del conflicto y de los muertos como efectos colaterales indeseados, como ausentes involuntarios. Los pragmáticos pueden aceptar buscar únicamente el efecto práctico de evitar más muertos, aceptando para ello el diseño de Anoeta con sus dos mesas, el modelo de conciliación, sin "vencedores ni vencidos", o sea, la paz de Azkoitia más o menos maquillada. Al menos de momento, y esperar tiempos mejores. La opción primera de conformarse con que dejen de matar.
Pero esto lo saben los de Batasuna. Conocen a la perfección nuestra opinión pública, nuestro cainismo político, las dos grandes tendencias, la pragmática de la conciliación y la de la firmeza democrática. Y saben presionar y atornillar. La presión funciona en el juego con los pragmáticos, y Batasuna y ETA presionan. Así las cosas, y con todo respeto al Gobierno -no es blanco o negro, tal vez ellos tampoco esperaban que los pilotes del llamado proceso de paz estuvieran clavados en arenas movedizas-, yo considero que no se puede premiar la barbarie, ni a los bárbaros. Por un tema de calidad democrática. Porque no nos estallen los relatos en las manos en la siguiente generación... O en ésta.

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