miércoles, 22 de febrero de 2006

Pensiones en entredicho

EXPANSIÓN 22/02/06

EDITORIAL
Pensiones en entredicho

La aparente salud de la Seguridad Social en España no debe­ría nublar las debilidades que amenazan con generar a medio plazo un grave agujero financiero en el sistema. No es un alar­mismo injustificado. Sobre los riesgos reales de una insuficien­cia financiera han alertado organismos multilaterales, como el FMI o la OCDE, y ayer mismo, la Comisión Europea apremió a las autoridades españolas para que aborden reformas encami­nadas a paliar las distorsiones producidas por el notable enve­jecimiento demográfico, y garantizar así la sostenibilidad de las prestaciones en el futuro. La Seguridad Social ha recibido en los últimos años un espaldarazo con la llegada masiva de in­migrantes, en la medida en que se iban convirtiendo en nuevos cotizantes para apuntalar la financiación de las jubilaciones. En términos puramente nominales, la proporción entre pobla­ción ocupada y jubilados mantiene una proporción aceptable, gracias al aluvión de trabajadores inmigrantes, que ha depara­do unos años realmente boyantes. Pero estamos, desafortunadamente, ante un espejismo de bonanza, que se está desvane­ciendo a medida que el ritmo de crecimiento de los ingresos es inferior al de los pagos. Este desequilibrio se produce porque la mayoría de los nuevos cotizantes son inmigrantes con suel­dos modestos, o contratados temporales, lo que significa que aportan poco dinero en concepto de cotizaciones. No hace fal­ta ser un experto para intuir el resultado de esta desproporción al cabo de unos años. Los políticos tienen tendencia a aparcar los problemas hasta que empiezan a ser realmente acuciantes, en cuyo caso las eventuales soluciones suelen ser menos efica­ces o más dolorosas. A día de hoy, desconocemos cuál es el es­tado de las opacas negociaciones entre Gobierno, patronal y sindicatos para reformar el sistema de la Seguridad Social, en el marco del Pacto de Toledo. A este paso, se corre el riesgo de que la legislatura se cierre sin haber abordado imprescindibles e inaplazables reformas para racionalizar las prestaciones, esto es, para que el sistema sea más equitativo y suficiente. Se re­quiere, pues, una mayor proporcionalidad entre lo cotizado y la prestación, lo que indefectiblemente significa alargar a toda la vida laboral el periodo para calcular la pensión; un aumento paulatino en la edad efectiva de la jubilación, y un estímulo al desarrollo de las pensiones complementarias en las empresas, en particular en las pymes, que concentran el 80% de los traba­jadores. Tales medidas implican recortes, pero son necesarios. Adoptar la táctica del avestruz sólo servirá para trasladar el problema, agravado, a las generaciones futuras.

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