miércoles, 22 de febrero de 2006

La sombra de Stalin

ABC 22/02/06

EDITORIAL
La sombra de Stalin

EL comunismo soviético se libró de su Nuremberg, a pesar de haber sido un régimen tan genocida como el nazi. Su posterior contribución a la derrota de Hitler -mérito exclusivo del heroico pueblo ruso, no de la jerarquía del Kremlin- acabó transformada en una carta de impunidad. La caída del Muro de Berlín no dio paso a ningún juicio histórico ni legal, más allá de contadas explosiones de venganza, como la que acabó con la vida del dictador rumano Ceaucescu. Los comunistas reconvertidos, legítimamente, en demócratas se incorporaron a las recién estrenadas democracias, en ocasiones con éxito. Y así es como, hoy, el imperio soviético es recordado como el alter ego del nazismo, aunque una buena parte de la izquierda europea siga añorando la utopía comunista como la nave nodriza de su ideología. Por esta afección inexplicable a una imagen falsa de lo que fue la tiranía soviética, el Grupo Socialista se opuso a la resolución de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa que, en enero pasado, condenó los crímenes de los regímenes comunistas. Sólo entre la Unión Soviética, China, Corea del Norte y Camboya suman 89 millones de muertos, según el informe previo a la resolución del Consejo de Europa. Aun así, hubo socialistas que propusieron condenar los crímenes pero «no al comunismo, ni a los partidos comunistas», como si esos asesinatos no hubieran tenido autores, ni éstos una ideología determinada.Por su parte, el actual Gobierno ruso, embarcado en una reimplantación de la historia imperial y soviética del país, parece decidido a rehabilitar la figura de Stalin. El pasado año, con motivo de la conmemoración del 60 aniversario de la derrota nazi, numerosos historiadores e intelectuales denunciaron que el Gobierno de Putin estaba promoviendo la recuperación histórica del genocida soviético. El último episodio de esta campaña de imagen ha sido la conservación bajo secreto, en contra de lo anunciado, del informe que Jruschov leyó en 1956, ante el Congreso del PCUS, sobre los crímenes de Stalin. La custodia de esta acta de acusación es un síntoma peligroso de que el Gobierno ruso interpreta mal su pasado y encara de peor manera su futuro. Y, sobre todo, es un indicio preocupante de las inclinaciones de su máximo dirigente, Vladimir Putin.

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