viernes, 5 de enero de 2007

Desconcierto total

La Gaceta de los Negocios 05/01/07

“Rodríguez Zapatero tendría que decir algo que impidiera que ETA pusiese una bomba”
Álvaro Delgado-Gal

Desconcierto total
Qué sabemos tras el atentado del 30 de diciembre? ¿Y qué no sabemos? Nuestras certezas e ignorancias se dividen en cuatro capítulos principales:

1) Sabemos que es ETA la que ha puesto la bomba. Pero no sabemos por qué la ha puesto sin haber anunciado antes que se acababa el alto el fuego. Es el primer caso en que los terroristas no levantan una tregua sin comunicarlo previamente. Quizá se haya producido una disidencia dentro del propio núcleo etarra. Pero no se puede descartar otra hipótesis, altamente intrigante: la de que ETA no ha querido cortar con el Gobierno, sino hacerle una advertencia “seria”. Los interlocutores directos de ETA han sido, hasta la fecha, tipos del corte de Eguiguren. Es decir, personas previsiblemente dispuestas a aguantar un número indefinido de muertos. No es seguro que el propio Zapatero no entre en esta categoría, a tenor de su intervención del sábado. Ello nos introduce en el segundo bloque de certezas/incertezas.

2) El partido, y el propio Gobierno, se han dedicado, durante estos días, a reinterpretar, es decir, a corregir, el penoso discurso sabatino de Zapatero. El miércoles, en la radio, José Blanco, en una de las intervenciones más grotescas de que guardo memoria, se tiró diez minutos intentando convencernos, por la técnica del martillo pilón, que “suspender” significa lo mismo que “romper”. Pero esto es infantil. Suspensión no es ruptura. Es más, la suspensión excluye la ruptura. Ello suscita una pregunta elemental: “¿se está echando una mano a Zapatero, esto es, se le está ayudando a paliar su enorme pifia del sábado, o se le está poniendo en su sitio?”. Si lo segundo, resulta lícito interrogarse sobre el estatus real del presidente dentro de su partido y del Gobierno. Las dudas razonables sobre la posición de Zapatero autorizan especulaciones por completo divergentes sobre lo que finalmente terminarán haciendo los socialistas.

3) En la hipótesis de que se asiente la línea defendida por Rubalcaba, y se dé el proceso por finiquitado, será necesario recuperar el Pacto Antiterrorista. Lo último entraña una acuerdo de hierro entre PSOE y PP, un acuerdo al que podrían sumarse las fuerzas que lo consideraran oportuno. ERC parece excluida; IU, otro tanto; y probablemente, el PNV. No sirve como punto de referencia la declaración congresual del 2005, excogitada con el propósito expreso de marginar al PP y fundada en un análisis de la situación desastrosamente equivocado. Ahora bien, este reagrupamiento de fuerzas no es compatible con los equilibrios actuales en el Congreso, que son un eco, o una sombra, del Pacto del Tinell. Ni parece congruente con la permanencia de ZP. Lo lógico, lo coherente, sería poner la lucha antiterrorista al margen de la disputa partidaria y, simultáneamente, convocar elecciones. Socialistas y populares se comprometerían a no discrepar un ápice en su posición respecto de ETA. Pero ¿cómo substituir a ZP? ¿Cómo podrían darse los socialistas un nuevo líder a tiempo? Las consecuencias geométricas de una vuelta al Pacto, condenan, en la práctica, al PSOE a perder las elecciones. Éste es un motivo importante para sospechar que el Pacto no se resucitará. Por lo menos, en serio.

4) La alternativa es marear la perdiz. Imprimir al rostro un gesto adusto, a la vez que se hace saber a ETA que se quiere seguir hablando. Pero esto es complicado, por varias razones. ¿Se atrevería el Gobierno a legalizar a HB antes de las autonómicas? No creo. Sencillamente, no hay tiempo. Hagamos abstracción de este punto, que no es baladí de ninguna manera, y supongamos que la cosa va tirando, o renqueando, a lo largo de los meses que nos separan de las elecciones. Sería Zapatero, por supuesto, el candidato de los socialistas. Al haberse renunciado al Pacto Antiterrorista, ETA centraría la campaña. ¿Qué podría decir ZP? ¿Diría que todo está bien, como hizo la víspera del atentado? No lo podría decir, porque sería ridículo. Y no lo podría decir, porque ETA le pondría otra bomba. Una nueva bomba no liquidaría políticamente a un Gobierno que hubiese pactado con la oposición.. Sería una bomba contra el Estado, no contra el presidente del Gobierno. Ahora bien, en el escenario que estamos imaginando, la bomba liquidaría al presidente y, quizá, al PSOE. Por tanto, ZP tendría que decir algo que impidiera que ETA pusiese una bomba. Y esto que tendría que decir, no podría consistir en otra cosa que un proyecto histórico de reforma constitucional. Una reforma que diese cabida a las reclamaciones de los terroristas.

Zapatero no se va a atrever a eso. Es posible que no esté siquiera en grado de proponerlo a los suyos. Lo más probable, es que nadie sepa bien lo que hacer. Y que, mientras se da tiempo al tiempo, llegue la siguiente bomba.

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