Expansión 03/05/06
José Javaloyes
Sovietización boliviana
No es una nacionalización más lo que se ha hecho en Bolivia con los hidrocarburos.
Con la boca aún caliente con el ron viejo que el Comandante reserva para amigos y conmilitones en el recetario de Lenin, Evo Morales se acababa de traer de La Habana un proyecto soviético para los recursos naturales de Bolivia, que no son las “riquezas naturales”, como él y los populistas de siempre piensan y dicen al nacionalizar. Las riquezas yacentes, sin explotar, son económicamente inexistentes. Lo que las pone en valor y las transforma en riqueza efectiva es su explotación por los explotadores, que aplican la tecnología y el capital: dicho esto sin ánimo de ofender a tanto oficiante de lo políticamente correcto.
Pero la clave de la identidad soviética del decreto firmado por Evo Morales el 1 de Mayo, como pancarta definitiva para la gran celebración socialista del trabajo, no radica en la magnitud de los bienes afectados y los intereses extranjeros expropiados, sino en la condición nacional de los recursos que representan las 50 gasolineras bolivianas confiscadas y ocupadas por los soldados que hace casi 40 años dieron muerte al Che Guevara y al “foquismo” revolucionario. Eso, lo económicamente más modesto de la operación, es lo que define el fondo de régimen. Es expropiación a fondo: castrismo puro y duro: del ya añejo, como el ron del Comandante; no del inicial y ambiguo de primera hora: de ese ron con queso con que en Sierra Maestra se la dieron al colega del New York Times, Herbert Matthews, recién desaparecido en la confusa gloria de haber sido el creador del mito de Fidel. La confiscación de las gasolineras bolivianas mide en brazas la profundidad soviética del régimen electoralmente establecido en Bolivia.
Se apresurarán a decir que el suceso boliviano, de tanta gravitación sobre las reservas de Repsol, tiene inapelable base de legitimidad democrática: procede de las urnas. Nada se comentará del destino a que sometió Morales idénticas legitimidades, derribadas con la ocupación por los indígenas de calles y carreteras. Y todo se insistirá en el paralelismo entre la Bolivia de Evo Morales y el Chile de Salvador Allende, con votos y sin fusiles, y con el fantasma al fondo del Comandante; también con la tentación cebada por ciclos altos en el precio de las materias primas. El Comandante arengó en la mina chilena de El Teniente y formó, en La Habana, al Aymara. Morales preside el Estado en La Paz y tensa también la cohesión territorial de Bolivia. Dicen que la Historia sí se repite, aunque varían los niveles de complejidad entre un episodio y otro. Ahora no hay Guerra Fría pero sí caliente dialéctica global sobre el control de las fuentes energéticas.
miércoles, 3 de mayo de 2006
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