El Mundo 2007/04/05
"Hay que tener mucho cuidado con tanta buena gente. A poco que te descuides se ofrecen para organizarte el funeral."
ROSA DIEZ
La 'buena gente'
La buena gente no sólo habla desde la supuesta superioridad de su raza o el pueblo primigenio al que presume de pertenecer. La buena gente suele hablarnos también desde una supuesta superioridad moral de una supuesta izquierda; una izquierda cuyos límites ellos mismos definen y cuyos carnés de pertenencia ellos mismos otorgan.
La buena gente es ésa que dictamina quiénes han dejado de ser de los suyos, y quiénes deben irse a militar en otro partido político, al que previamente han calificado de extrema derecha o -haciendo la gracieta del día- de derecha extrema.
La buena gente condena los atentados y los seguimientos a demócratas acreditados; es la misma buena gente que previamente les ha calificado como «teóricos de la extrema derecha» y se ha jactado de que «no les ven nunca paseando...» por donde ellos presumen de pasear con total impunidad ante la bestia.
La buena gente es la que señala -personal y/o colectivamente- a aquellos que considera impulsores y colaboradores activos de un partido político al que previamente y en los mismos medios han calificado como defensores de una nueva guerra civil. Es la misma buena gente que acusa al partido al que adscribe a los amenazados de desear que ETA vuelva a matar.
La buena gente es la que se levanta por la mañana con «ganas de pegar dos tiros a más de uno», pero que defiende con denuedo que con ETA las cosas sólo se arreglan dialogando. Tiros para los discrepantes, buenas maneras y sonrisa abierta para los que tienen pistolas; corderos en la calle, lobos en casa.
La buena gente es la que lleva al Pleno de su municipio una declaración contra el Foro Ermua, exigiendo que ese colectivo cívico deje de utilizar el nombre de su pueblo porque «criminalizan el diálogo». La buena gente es la que, para no crispar y para estar a bien con quien manda, se pliega y no le importa criminalizar a quienes son objetivamente las víctimas. Esa buena gente también puede pasear ahora tranquila en ese pueblo; el que no podía pasear tranquilo era Miguel Angel Blanco.
La buena gente suele estar «muy preocupada» porque Batasuna no pueda presentarse a las elecciones. Es tan buena gente que legalizarían al partido nazi en Alemania para que todos estuvieran contentos; es tan buena gente que quieren que los que defienden las ideas que exigen de la aniquilación del contrario para llevarse a cabo puedan competir en las urnas con los representantes de los partidos políticos a los que quieren eliminar. Es esa misma buena gente que no se preocupa, que le parece que forma parte del paisaje que centenares de ciudadanos salgan de casa cada día con escoltas. Y que decenas de concejales no conozcan en sus pueblos a uno solo de sus votantes. Porque votan pero callan; porque el miedo campa por sus anchas en Euskadi; salvo para algunos, claro.
La buena gente llama por teléfono rápidamente cuando se sale en los papeles de ETA. Esa buena gente suele olvidar -cuando muestra dolorosa su pesar- que antes de que se salga en esos papeles alguien -tantas veces próximo a quien llama- calificó al receptor de la llamada como «enemigo del proceso» y como amigo de la ultraderecha que quiere una nueva guerra civil; es esa misma buena gente que considera que Otegi es un hombre de paz o que declara que De Juana Chaos está en «el proceso».
La buena gente aparece enseguida cuando hay un muerto; son la misma buena gente que olvida decir a la familia del asesinado que llevan meses reuniéndose con su enemigo.
La buena gente es la que manda a buscar aguiluchos en las banderas que se exhiben en las manifestaciones de la AVT, el PP o Foro Ermua; es esa misma gente que no ve los cuervos asesinos con rostro humano en lasmanifestaciones de todos los viernes en Bilbao y San Sebastián; ni en las fotos de los terroristas que portan los participantes de la korrika, esa manifestación cultural-deportiva, subvencionada con fondos públicos, que se supone nació para defender el euskara -que, como todo el mundo sabe, está perseguidísimo en Euskadi-, y que se convierte cada año en un alarde y reivindicación del nacionalismo obligatorio, del exclusivismo lingüístico y del terrorismo asesino.
Hay algunos dentro de esa buena gente que hasta tienen mala conciencia. Razones no les faltan. Pero ésos suelen ser los peores; porque se saben traidores a lo más sagrado, a la convivencia con el sufrimiento, a las confidencias, a las debilidades expresadas... Y para salvarse han de huir hacia delante, han de descalificar personalmente a aquéllos a los que han expulsado del redil en el que están sus nuevos dioses. Son las «criaturas ministeriales» que citaba Savater rememorando a Schopenhauer.
Hay que tener mucho cuidado con tanta buena gente. A poco que te descuides se ofrecen para organizarte el funeral.
Si yo fuera creyente afirmaría que si Jesucristo estuviera entre nosotros echaría del templo y a patadas a tanta buena gente. Como a los fariseos. Pero como no parece que eso vaya a ocurrir, nos toca a nosotros quitarles la careta. Y señalarles y mirarles con todo el desprecio que se merecen los cobardes que comercian con el dolor.
Rosa Díez es diputada socialista en el Parlamento Europeo.
jueves, 5 de abril de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Archivo del blog
-
▼
2007
(42)
- ► septiembre (1)
No hay comentarios:
Publicar un comentario