El Mundo 2007/03/17
"Pero a estas alturas no vale tampoco en Navarra la equiparación de partidos soberanistas e independentistas, que ponen en jaque continuo nuestra institucionalización política, y de qué manera, con partidos constitucionalistas y navarristas como CDN, UPN o PP, por muy de derechas que a muchos se les antojen, dicho en la jerga vulgar hemiplejizante."
VICTOR MANUEL ARBELOA
Navarra en primera línea
Si el presidente del Gobierno de la Nación hubiera recibido hace uno o dos meses al presidente del Gobierno de la Comunidad Foral de Navarra y le hubiera dado razón del curso de las conversaciones con ETA-Batasuna -especialmente en lo que atañe a Navarra-, mostrándole, sobre todo, su decisión de oponerse a las pretensiones del independentismo terrorista vasco, que sus heraldos van pregonando casi a diario, muy distinta sería en estos momentos la relación entre los dos Ejecutivos.
Y si, después de esa positiva entrevista, el presidente foral hubiera recibido al secretario general del PSN-PSOE, se hubieran hecho la foto y hubiesen afirmado juntos, según nuestra reciente tradición, su lealtad a la autonomía foral, española y europea del Viejo Reyno, frente a quienes la niegan, otro sería hoy el panorama político en Navarra, a pesar del fogueo preelectoral. Y tal vez, en torno al XXV aniversario de la aprobación del Amejoramiento del Fuero, podría haberse organizado una gran y unitaria manifestación a favor de nuestro Régimen Foral, conmemorando igualmente aquellas multitudinarias manifestaciones conjuntas -las primeras de ese género en España contra el terrorismo etarra- de los años 1980 y 1981.
Lo cierto es que, a pesar de que las cosas no han sido precisamente así, los representantes de la inmensa mayoría de los navarros acaban de celebrar en el Salón del Trono del Palacio foral las bodas de plata de la firma por las delegaciones del Estado español y de Navarra del Pacto de Reintegración y Amejoramiento de nuestro Régimen Foral, el 8 de marzo de 1982. Pacto que, tras ser aprobado por nuestro primer Parlamento, el Congreso y el Senado, fue promulgado como Ley Orgánica el 16 de agosto de aquel año, en el mismo día en que, en el lejano 1841, se promulgaba también la célebre ley paccionada, o ley de Fueros de Navarra, verdadero nexo entre nuestro Reino unido a la Corona de Castilla y el territorio foral integrado en el moderno Estado liberal, a la par que quicio jurídico-político de nuestros derechos históricos remanentes, amparados y respetados por la Constitución Española de 1978, que, a la vez, ha democratizado, ampliado, vigorizado y puesto al día nuestra autonomía política secular, nunca del todo interrumpida.
En esa celebración, que se añadía a similares celebraciones de estos últimos años, hemos estado los que estuvimos en aquel entonces, contra viento y marea, a favor de la Navarra democrática, foral, española y europea, y se nos ha sumado Izquierda Unida de Navarra, inexistente en aquel tiempo. Ha estado ausente, en cambio, esta vez el Partido Carlista, que perdió hace años la representación parlamentaria.
¿Qué sucede, pues, ahora que gozamos de instituciones bien asentadas y sólidas como nunca; ahora que casi todos los indicadores más rigurosos nos sitúan en la primera línea del progreso equilibrado y solidario, dentro de España y por encima de la media europea, como para que, sin comerlo ni beberlo, Navarra haya vuelto a la primera línea de la actualidad política, que es para muchos señal de inquietud y hasta de zozobra?
La docena de socialistas navarros presentes en la refundación del PSOE en Navarra -mayo de 1974-, fueron integrados, sin consulta previa, como Agrupación Socialista de Navarra en lo que pronto iba a ser el PSE-PSOE (Partido Socialista de Euskadi-PSOE), e iban a correr la misma suerte que sus compañeros vascos hasta enero de 1979. En ese mes, y preparando las elecciones generales, forales y municipales próximas, los socialistas navarros -ya unos pocos más y mejor conocedores de lo que se estaban jugando-, dieron un vuelco al forzado planteamiento anterior, decidieron defender la autonomía foral de Navarra, y, ante el frío escepticismo de la llamada dirección federal y la oposición abierta, aunque contenida, del PSE, se constituyeron en partido propio (PSN-PSOE) a mediados de 1982. Cuando la hegemónica Unión de Centro Democrático se hundió en toda España, y de manera aún más grave en Navarra, el joven partido de los socialistas navarros gobernó, con la confianza de la mayoría de los navarros, desde 1984 a 1991.
Es cierto que los triunfos de 1982-83 se debieron en gran parte al desmoronamiento de UCD y que los posteriores escándalos económicos y políticos de algunos de sus dirigentes han pesado como losas sobre los intentos de regeneración y renovación. Pero no es esa sola la madre del cordero. También en el PSN han existido dos almas. La minoría integracionista nos dio muchos quebraderos de cabeza en los años 70-80. La coalición con EA en el fugaz Gobierno de Otano, con el órgano común permanente como parte del precio político convenido, fue seguramente un grave error que ha contrarrestado cualquier voluntad de futuro del PSN. Y desde entonces, rechazados los nobles intentos de las tres gestoras, volvieron para el PSN las tinieblas de la oposición, más espesas después de cada elección foral.
Tampoco la actual legislatura navarra comenzó con buen pie, sino con los pactos municipales, no escritos, entre el PSN y partidos independentistas -llamarles nacionalistas es el mejor regalo que podemos hacerles, incluso contra su voluntad- en seis ayuntamientos, cinco de ellos entre los más importantes de Navarra. A pesar del preámbulo del Pacto por las libertades y contra el terrorismo. Al fin y a la postre, no hacían sino imitar al PSOE nacional en Baleares o Cataluña, y luego en las mismas Cortes Generales. Bien es cierto que no faltan tampoco en su mapa post electoral ejemplos varios de alianzas, pactos o apaños con la derecha de toda la vida: Euskadi, Mallorca, Aragón, Cantabria..., incluidos dos ayuntamientos navarros. Pero a estas alturas no vale tampoco en Navarra la equiparación de partidos soberanistas e independentistas, que ponen en jaque continuo nuestra institucionalización política, y de qué manera, con partidos constitucionalistas y navarristas como CDN, UPN o PP, por muy de derechas que a muchos se les antojen, dicho en la jerga vulgar hemiplejizante.
Cantaban unos versolaris en la concentración que organizó, mayormente, el PNV en la villa navarra de Etxarri Aranatz, el 16 de enero de 1977, aquello de que «No habrá paz / si al pueblo vasco no se le deja en paz». Suspendido o aplazado el proceso de autodeterminación, lo único que siempre ha buscado ETA-Batasuna -el proceso de la paz de dejarles en paz-, del que es pieza fundamental la integración de Navarra en la soñada Euskal Herria, demasiados navarros tienen la evidencia de que una de las partes de los contactos, conversaciones, negociaciones, o como se quiera, no van a cejar en su empeño. Y lo más grave es que no tienen seguridad de que la actual dirección del PSOE tenga las ideas claras y la voluntad firme a la hora de las incontrovertibles componendas. Más bien, les evoca la vacilante actitud de la dirección de UCD y del PSOE de los últimos 70, más cercana a las posiciones del entonces nacionalismo vasco. Esa perogrullada de «lo que los navarros decidan» es propio de aquellos tiempos. Lo tenemos archidecidido. Ya es hora de hacer innecesaria en la Constitución la contradictoria Disposición Transitoria Cuarta.
Y es que el actual soberanismo e independentismo vasco, tan pugnaz o más que aquél, tiene los mismos objetivos, a corto o medio plazo, con unos u otros procedimientos. Y nosotros somos pocos. Y la contrapartida ofrecida (el fin del terror y de la matazón) es harto halagüeña. Y esta sospecha y temor comprensibles, alimentados a veces por la oposición del PP y de UPN por motivos de legítimo interés partidista, o de manera excesiva y poco justa, es menester desmontarlos y superarlos por todos los medios pedagógicos y políticos posibles, que son muchos y a la altura de la mano, como he sugerido al comienzo.
Sé bien, y todas las encuestas lo repiten, que la inmensa mayoría de los votantes socialistas navarros se consideran, se quieren y se sienten navarros y españoles. Partidario declarado como soy de un transitorio Gobierno de coalición o concentración nacional para acabar definitivamente con ETA, para reformar lo que haya que reformar y añadir en la Constitución y en el resto del ordenamiento jurídico, espero, que, llegado el caso, como a nosotros nos llegó, los dirigentes socialistas navarros de hoy sean tan leales, como fuimos nosotros, y ojalá que más, a la voluntad de nuestro pueblo.
Aún es tiempo de volver al mejor espíritu y a la mejor praxis de la Transición española y del Amejoramiento del Fuero, tan nuestros y entrañables, que la gran mayoría de los navarros acabamos de celebrar.
Víctor Manuel Arbeloa es ex presidente del Parlamento de Navarra, ex senador, ex diputado europeo y ex presidente de la Gestora del PSN-PSOE.
sábado, 17 de marzo de 2007
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