ABC 2007/06/10
"La tregua que ETA acaba de romper difiere radicalmente de la del 98. Entonces, los conspiradores de Estella sorprendieron al Gobierno con un alto el fuego que aquél no quiso desatender sin palpar antes el terreno. En este caso el alto el fuego, y hasta los términos en que se formuló, fueron negociados entre los terroristas y La Moncloa."
Álvaro Delgado Gal
Personaje en busca de autor
Existen distintas teorías sobre Zapatero, inspiradas, en grado cambiante, por el fervor, la animadversión, la suspicacia, o la indiferencia. El jueves pasado, en su entrevista con Gabilondo, el presidente suministró munición abundante a los inclinados a la misantropía. El inquilino de La Moncloa estuvo, lo digo con pesar, lamentable. Gabilondo no apuró las preguntas al límite, pero tocó los aspectos que había que tocar y dejó en buen lugar a la profesión periodística. Sucedió, además, un hecho que no entraba en las previsiones de muchos: Gabilondo, de forma en mi opinión indeliberada, pareció decepcionado, incluso violentado, por la persona que tenía en frente. Zapatero percibió la falta de química, y se sintió descolocado. De resultas, se produjo una suerte de difracción, o de doblez óptica. Habitualmente, el presidente logra imponer en este tipo de comparecencias un tono cómplice, caliente: afelpa la voz y habla para uno y a la vez para todos. No dice nada memorable y, con frecuencia, dice cosas que no son verdad, pero el ambiente íntimo, confesional, anula milagrosamente la incoherencia del mensaje. El jueves no se verificó la transubstanciación portentosa, y vimos a un hombre violento y enconado contra la oposición que asumía al tiempo los denuedos gestuales y los barroquismos de un suplicante antiguo. El efecto fue raro. Fue como estar delante de un actor que no ha conseguido todavía identificarse con su papel. Ahora, vayamos a los contenidos.
La tesis de Zapatero es que no está obligado a asumir responsabilidades políticas porque la única culpable es ETA, y en medida apreciable, el PP. El presidente instó a los populares a conducirse como él lo hizo cuando estaba en la oposición, y a mantener la lucha antiterrorista fuera del debate público. Anticipó, asimismo, que su apelación caería en saco roto, y dando por descontado el desencuentro, se dedicó, casi monográficamente, a hacer lo preciso para que el asunto acabe como el rosario de la aurora.
Es obvio por qué desea el presidente ocultar bajo el manto de la circunspección patriótica su terrible manejo del proceso. Si usted ha metido la pata hasta la ingle a propósito de esto o lo de más allá, se comprende que sugiera otros temas de conversación, desde el tiempo -el cambio climático centrará, a lo que parece, lo que resta de legislatura-, hasta el sexo de los ángeles. Pero usted, señor presidente, no es un hombre cualquiera. Usted es eso, el presidente del Gobierno, y está en la obligación de dar las explicaciones que de momento no ha querido dar. Los hechos dibujan, con independencia de que se haya desfallecido más allá de lo prudente en el acoso policial a ETA, un garabato de mal augurio:
1. La tregua que ETA acaba de romper difiere radicalmente de la del 98. Entonces, los conspiradores de Estella sorprendieron al Gobierno con un alto el fuego que aquél no quiso desatender sin palpar antes el terreno. En este caso el alto el fuego, y hasta los términos en que se formuló, fueron negociados entre los terroristas y La Moncloa. Abundan los indicios de que los tanteos se remontan a años atrás. Según algunas fuentes, hasta el momento mismo en que se firmó el Pacto por las Libertades.
2. El Pacto fue desplazado, que no enriquecido, por la resolución congresual del 2005. Los textos discrepan en aspectos no baladíes, pero más importante que el texto, es el contexto. La diferencia esencial, es que la resolución fue suscrita por partidos que auspiciaban la negociación política y que en un caso al menos llegaron a entrar en tratos secretos con los terroristas. La soledad del PP, por tanto, no fue voluntaria. El PP se quedó solo, porque la idea era apartarlo de un proyecto que no era el mismo que el convenido en el 2000 y con el que se sabía que no podía estar de acuerdo.
3.El acercamiento de presos, y otras cosas que se hicieron durante el mandato de Aznar, forman parte de las prerrogativas que una Administración se concede en el trance de lidiar con un grupo terrorista que amaga la rendición. Ahora, sin embargo, se ha hablado, expresamente, de política. No es una conjetura sino una evidencia. Los puntos principales de la negociación han sido Navarra y la mesa de partidos, de la que se discute por lo largo en documentos oficiales del PSE. La mesa de partidos, o no significa nada, o es un eufemismo para designar un proceso constituyente alumbrado fuera de la Constitución. Habría sido estupendo que Zapatero deshiciera el equívoco inaudito con la rotundidad que exige el caso. Por desgracia, no lo ha hecho.
4.Según manifestó el Tribunal Supremo, el Gobierno no ha aplicado la Ley de Partidos como debía aplicarla ni se ha empleado con la contundencia que aquélla permitía. El resultado, es que ANV, nueva fachada de ETA, ha podido eludir en grandes proporciones lo que el Fiscal General tuvo la ocurrencia de denominar «un Guantánamo electoral».
En vista de ello, esperamos una explicación. Del encuentro de mañana entre usted y Rajoy, no podemos esperar nada. Usted se encargó, el jueves, de hacer inútil toda esperanza.
domingo, 10 de junio de 2007
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